Entrelistas (IV): José Mª Gentil Girón, escritor (también)

Por El Listo de la Compra.

Nuestra firma invitada ya asidua, José Mª Gentil Girón, acaba de publicar su primera novela La historia de Pájaro y el niño que no crecía (Ed. La Equilibrista, 2022).

Anteriormente había publicado dos colecciones de relatos: La maldición de los espejos y El jardín que era un laberinto que era un jardín. En una reseña del primero de ellos en Diario de Sevilla de 2012, ya titulaban «Un inspector de Hacienda de alma literaria». Y es que, como vamos a intentar demostrar, una cosa es el oficio que nos da de comer y otra la pasión que nos permite vivir.

Pregunta: ¿Qué autores te han marcado más? ¿Las influencias se notan más en el fondo que en la forma?

Respuesta: Yo diría que el escritor que más me ha marcado ha sido Jorge Luis Borges. Creo que debo haber leído prácticamente todo de él, aunque de cuando en cuando me encuentro alguna sorpresa. En casa de mis padres había un viejo ejemplar de “El Aleph”, recuerdo que tenía las tapas marrones, y no sé qué me llevó a cogerlo. Me cambió totalmente la visión que tenía de la literatura, y en particular de la literatura en español. En la novela hay algunas referencias a Borges y también a Bioy, porque mientras la escribía iba leyendo también los diarios de este último, y entre sus conversaciones encontraba ideas geniales que quise plasmar. Y en fin, la editorial para la promoción ha dicho que la novela tiene influencias de Murakami, y si lo dicen ellos debe ser verdad, aunque cuando la escribía hacía años que no leía nada de él. Tal vez en el fondo la novela es “murakamiana” y en la forma yo siempre intento escribir “borgeano” (tal y como consideraba Borges al final de su vida: un estilo sencillo y un argumento imposible). Salvando las enormes distancias entre estos dos monstruos y yo, por supuesto.

Aunque bueno, lo que yo pretendí es que fuera original.

P: Borges es un claro referente en tu vida. Bioy Casares sale mencionado en la novela. ¿Qué literatura te gusta más? ¿Y por qué?

R: En realidad, me gustan muchas literaturas diferentes, yo diría que casi todo lo que está bien escrito me gusta. Obviamente estos dos autores que citas me encantan. Pero a veces soy como el protagonista de la novela, y simplemente me apetece leer novelas de misterio.

P: Los paisajes de la serranía andaluza están claramente reflejados. ¿Adónde aconsejarías viajar a tus lectores para sentirse allí mismo?

R: La aldea en la que transcurre gran parte de la historia no existe, pero está tejida con recuerdos de algunos pueblos de la sierra de Huelva. Sin duda Higuera, donde pasé tantos veranos de pequeño, y también Almonaster la Real. Antes de llegar al pueblo hay un camino de piedra que se abre a la derecha de la carretera y que acaba en un escenario que los lectores podrían reconocer, aunque la última vez que estuve lo habían invadido las zarzamoras. A estos sitios les tengo especial cariño, pero en realidad cualquiera de la sierra les puede servir, especialmente si se fijan en lo que hay más allá del fin de semana de turistas: en la gente que aún cuida las rehalas, en los desayunos con aguardiente, o en las mañanas en las que se palpa una cierta tensión y expectación porque hay una montería.

En otoño, cuando empieza la temporada de setas y castañas, es especialmente recomendable.

P: ¿Qué hay de ese «niño de la huerta» de Higuera de la Sierra en el niño que no quería crecer?

R: Es buena esa pregunta. “El niño de la huerta” fue un nombre artístico que me pusieron para aparecer en un cartel de toros de un festival benéfico, como parte de una cuadrilla, aunque en realidad no toreé. No sé a quién se le ocurrió el nombre, pero claramente era porque me pasaba el día entero en la huerta que teníamos en la casa familiar, regando, recogiendo tomates, cuidando a los animales, o poniendo trampas para coger pájaros. Nunca he visto tanta suciedad como la que me salía de los pies cada tarde cuando me duchaba; literalmente me pegaba el día entero correteando por allí. Es cierto que el niño que no crece tiene muchas cosas de aquel niño feliz que fui yo, porque al fin y al cabo, casi todas las cosas que sé sobre el campo las aprendí en aquella época.

P: ¿Ha dejado tu infancia un poso importante en tus cuentos y en la novela?

R: Eso es indudable. No es que yo viviera en una cueva en la sierra ni mucho menos, de hecho vivía en Sevilla, jugaba al fútbol y tenía un Game Boy. Pero esas partes de mi infancia las recuerdo poco. Recuerdo, sobre todo, los veranos en la sierra. Es como tener una nostalgia no ya de algo vivido, que quizá, sino de algo que ni siquiera llegué a vivir del todo. Esto estaba en los cuentos que he escrito, y lo más natural era que también estuviese en la novela.

Además, hay algunas historias en la novela que también escuché en aquel ambiente, como la del Tórtolo, o las de los lobos, de los que aún se hablaba pero ya no existían, aunque aquí lo dejo para no hacer spoiler.

P: Ahora que está de moda la vuelta al campo desde la ciudad y también pasa un poco en el libro: ¿crees que el abandono del ritmo frenético y el metro por una vida más pausada y auténtica es eso, una moda, o que es una tendencia aconsejable?

R: Yo hace ya muchos años que aposté por eso y por supuesto lo recomiendo. Pero hay que tener un poco de cuidado con cómo se va a estos sitios. Uno no puede plantarse en el campo a decir que le molestan los cantos de los gallos y los ruidos de las motosierras. El espacio natural no es un museo, es un lugar habitado y explotado por otras personas a las que a menudo desde la ciudad se mira con un cierto aire de superioridad, porque no se entiende su relación con los animales o su estilo de vida. El campo no es una ciudad con aire bucólico, el campo es el campo.

P: La música tiene un poso relevante en la novela, ¿hasta qué punto se puede recoger por escrito la influencia de la música en una historia?

Creo que es muy difícil. La música a cada uno le inspira una cosa diferente, y cuando veo que en una novela se hace referencia a una u otra canción, realmente me suele dejar un poco indiferente. Pero según iba avanzando en la historia, había canciones que a lo mejor escuchaba mientras escribía y que no podía dejar de pensar que expresaban perfectamente, con el tono, o con los versos, algún aspecto de lo que contaba, y decidí incluirlas por si el lector es capaz de apreciarlas con más sensibilidad que la que tengo yo.

Por otro lado, ahora se me ocurre, la música que escucha puede ayudarte a visualizar al personaje, y en ese sentido, aquí el protagonista podría ser como nosotros, porque escucha la música que también nosotros escuchamos.

Son apenas cinco canciones, pero las podéis encontrar en una pequeña lista de Spotify con el título de la novela.

[playlist con canciones que aparecen en la propia novela]

https://open.spotify.com/embed/playlist/7slt5a1YwOBAEwBxsqJJVn?utm_source=generator

P: Del cuento a la novela. ¿Es tu evolución como escritor algo natural? ¿Es un paso? ¿O un rodeo para volver a los cuentos?

R: Hacía mucho tiempo que quería escribir una novela, pero me resultaba imposible, como si me bloquease. Yo quería escribir una novela de misterio, sin complicaciones, como las que me gusta leer en verano, pero el caso es que lo que me gusta leer y lo que me gusta escribir son cosas a veces muy diferentes. Me sentía cómodo en los cuentos, donde ya tenía un universo reconocible, una especie de “realismo fantástico”, pero llegó un punto en el que me estanqué. Estoy muy orgulloso de haber publicado “La maldición de los espejos” y “El jardín que es un laberinto que es un jardín”, pero seguir escribiendo cuentos ya no me motivaba. La verdad es que cuentos de ese estilo, llegado un momento, habría podido escribirlos como quien hace churros con una máquina. Por otro lado, tenía una idea desde hacía tiempo para una novela, que estaba relacionada con los últimos lobos de la sierra, e intenté bosquejar algunos argumentos, pero la verdad es que nada me parecía bueno. Luego llegó el confinamiento, reutilicé el comienzo de un cuento que tenía a medias, y empecé a escribir como parte de una rutina para mantenerme ocupado en aquella época tan sorprendente que vivimos; de pronto la historia salió muy fácil, y me di cuenta de que de forma natural mi forma de escribir cuentos había quedado reflejada en novela, y que mi universo reconocible también estaba aquí.

Por tanto creo que es un paso, y que hay que seguir insistiendo en la novela, que el fin y al cabo es lo que la mayoría de gente lee, y lo que los lectores, pocos, que ya tenía, me habían demandado.

P: ¿Ha influido alguien en tu familia o en tu entorno en que hayas terminado escribiendo relatos y novelas?

R: Mi padre tiene una barbaridad de obras publicadas, aunque son ensayos. En la familia de mi madre, hace generaciones, hubo algún escritor ocasional. Lo que yo escribo sin embargo no tiene nada que ver con eso. Supongo que el hecho de que en mi familia siempre haya habido contacto con los libros, que mis padres sean lectores, que cuando yo quería leer siempre tuviera libros a mano, es lo que más ha influido. Porque al final los precursores de un escritor son los anteriores escritores, los que él ha leído. Ser escritor sin ser antes un gran lector me parece una temeridad, incluso un ejercicio de vanidad, que por desgracia vemos a menudo.

P: ¿Cómo crees que los sueños afectan a nuestra vida diaria? ¿Podemos ayudarnos de lo que hemos soñado para ser más felices? ¿Para aprender?

R: Más allá de todo lo que he leído y he escrito sobre sueños, para mí siguen siendo un misterio. Yo he soñado argumentos completos de relatos, y si eso es una forma de “cerebración inconsciente”, desde luego es muy sorprendente. En teoría no podemos aprender nada de ellos, porque los hemos construido con lo que ya sabemos. Pero me gusta recordar la frase de Coleridge: “Si un hombre atraviesa el Paraíso en un sueño, y si le dieran una flor como prueba de que ha estado allí, y si al despertar encontrase esa flor en su mano… ¿entonces qué?”

P: El mundo del sueño tiene, además, muchos ejemplos en el mundo de la literatura. Los clásicos rusos, Thomas Mann, Murakami… ¿Hasta qué punto se puede contar más a través de lo soñado que de la cruda realidad?

R: Creo que los sueños son una de las formas más puras de literatura, porque al fin y al cabo la literatura consiste en contar historias. Los sueños son historias que nos contamos a nosotros mismos, es algo que si no es porque lo conocemos y lo vivimos a diario desde que somos pequeños, nos parecería mágico. Eso es algo tan potente que veo muy normal que muchos autores hayan recurrido a utilizarlo como fórmula narrativa. Es de alguna forma, atávico. El Antiguo Testamento, Las Mil y Una Noches, o la literatura oriental antigua, están llenas de sueños.

P: Crees que en el mundo de la literatura, cuando ese sueño se transforma en realidad, cuando parece fantasía, ¿la gente o los críticos tienden a menospreciar la obra?

R: No lo creo, la verdad. Desde mi punto de vista, todo se divide en lo que está bien escrito y lo que no. La literatura puede ser buena con cualquier tema, y menospreciarlos a priori es un gran error. El problema es que a menudo, tras una buena obra literaria surgen muchos imitadores en los que la calidad es deplorable. Y por ejemplo en literatura romántica o en fantasía estilo “Juego de Tronos” podemos encontrar mil ejemplos. Por eso tal vez se tiende a condenar ciertos géneros. Aunque yo qué sé, al final la gente lee lo que quiere, dentro de la oferta superlativa que hay hoy en el sector.

P: En redes sociales se ve que la pesca y la navegación son tu vida. ¿Qué destacarías de vivir junto al mar?

R:
Es curioso porque mi contacto con el mar hasta que casi cumplí 30 años se limitó básicamente a ir a la playa. Mi familia siempre ha tenido más relación con el campo y la caza, pero yo lo veo muy natural. Todo eso que viví de niño tiene una aplicación muy directa en la pesca, y especialmente en la pesca submarina. Ahora me he recorrido todas las Baleares con un pequeño llaut de 8 metros, viviendo en lo posible de lo que voy pescando, y a veces la gente, cuando llevo dos o tres semanas fuera, cree que estaré deseando llegar a casa, tener agua caliente o dormir en una cama que no se mueve. Para nada, en realidad me cuesta mucho volver. Otra cosa es para el perro de agua que viene conmigo, que a veces lo lleva un poco mal, pero claro, no puede elegir.

En cuanto a qué destacaría de vivir junto al mar, o es más, siempre que sea posible a bordo, te diría que la libertad y el contacto con la naturaleza. Despertarte temprano en una cala solitaria, bucear para coger el almuerzo, depender de la meteorología para decidir la siguiente singladura, y en definitiva vivir siempre con una cierta incertidumbre, como es en realidad la vida, son experiencias fantásticas. Lo que pasa es que hoy en día la sociedad se ha intentado construir una existencia llena de certezas, y eso es imposible. En el mar en cambio no puedes olvidarlo. Cada mañana tienes que mirar el parte meteorológico, echar los anzuelos a ver qué coges, o sumergirte con el arpón, y en función de todas estas cosas tendrás que adaptar tus planes.

P: ¿Qué probabilidad hay de que dejes tu profesión para dedicarte a tu pasión?

R:
Lo primero sería saber cuál es esa pasión. Supongo que escribir y navegar. Dar la vuelta al mundo en un velero, por ejemplo. En realidad, las posibilidades son pocas, porque los años van poniendo complicaciones, y es difícil dejar atrás a la familia, o la seguridad de un buen trabajo, pero mientras el cuerpo responda nunca se puede perder la esperanza. Un amigo me dijo una vez que, aunque no lo consigas, siempre debes tener un sueño que te guíe, y probablemente ese es el mío, dejarlo todo para vivir a bordo recorriendo el mundo.

Terminamos este rato con un extracto de la novela:


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La novela se puede adquirir en la página web de la Editorial La Equilibrista https://www.laequilibrista.es/producto/la-historia-de-pajaro-y-el-nino-que-no-crecia/

Y en Amazon https://www.amazon.es/dp/B09SHQRZNK/ref=cm_sw_r_apan_glt_NVYFJGCQJTEQBWKAWESS

Puedes seguir al autor en redes sociales: Twitter @LGarrapatera; Instagram @gentilgironjosemaria

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