Grogui en Latvia

Por Anacoreta Bloguerer

Mal, Polonia, recibes

a un extranjero, pues con sangre escribes

su entrada en tus arenas,

y a penas llega, cuando llega apenas.

Bien mi suerte lo dice;

mas ¿donde halló piedad un infelice?

 

(Calderón de la Barca)

Hace exactamente cinco jueves, las firmas habituales de este blog, emprendimos nuestro ya tradicional viaje anual:

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Roma
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Copenhague
Oporto
Oporto
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Cracovia

Se cumplían 10 ediciones y, para tan redonda ocasión, decidimos visitar una parte del mapa europeo desconocida por todos. El destino elegido era doble: Riga, capital de Letonia, y Vilna, de Lituania. El plan era pasar un finde largo entre amigos, hacer turismo y echarnos unas buenas risas, lo de siempre.

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Plaza de la catedral (Vilna)

La noche del segundo día, salimos a tomar unos combinados y cada cual se fue retirando, en función de sus ganas, hasta que yo me quedé solo, en un bar cercano al hotel. Al día siguiente debíamos coger el vuelo intermedio del viaje, Riga-Vilna, y madrugaron todos menos yo que, por supuesto, perdí el vuelo.

A medida que pasaban las horas sin noticias mías, la tensión en el grupo fue creciendo. Minutos antes de las 5 de la tarde, el plazo que se habían dado para activar el protocolo de emergencia (informar al consulado, preguntar a hospitales y policía, ponerse en contacto con mi familia…), les llamé desde el hotel. Con gran alivio para todos, me pudieron conseguir un billete de autobús.

Yo me había despertado una hora antes, tirado en una acera, desorientado y confuso, con una de las peores resacas de mi vida, sin dinero y sin móvil, y ahora tenía 4 horas por delante, para poner mi cabeza en orden, viendo pasar la tundra por la ventana, sin una casa, ni un árbol, sin una montaña; un paisaje tan desolado como yo mismo.

Los recuerdos eran borrosos y escasos: pasé por varios cajeros, lo sabía, y me asaltaba la imagen de una chica menuda, de aspecto desgarbado, sorprendentemente sorprendida, cuando me negué a comprarle un teléfono. Pero ¿cuándo me separé de mis amigos? ¿Por qué me despierto tirado en la calle? ¿Por qué no tengo dinero ni para volver al centro de la ciudad? ¿Cómo era posible que una desconocida me pidiera, con total naturalidad, que le comprase un terminal? Nada. Niebla de televisor.

Tardé varias horas en entender lo evidente: me habían drogado y robado. Ya reunido el grupo, uno de mis amigos me informa de que se llevaron dos móviles: el mío, y el suyo, que me lo prestó porque a mí me quedaba poca batería. A los pocos días empiezan a hacerse efectivas retiradas de dinero y compras, hasta dejar en números rojos mi cuenta corriente. Al menos conservaba el DNI, de modo que pude volver a casa sin problemas burocráticos. Y no tenía ninguna lesión aparente, más allá de un bajón morrocotudo y un terrible dolor de cabeza.

Como este es un blog de servicio público, queremos confirmar que estos episodios son reales, no leyendas urbanas, y más frecuentes de lo que cualquiera, incluidos nosotros mismos, tiende a pensar. Sólo retrospectiva y extemporáneamente, dimos credibilidad a las comentarios de algunos lugareños, advirtiéndonos de que en los países bálticos, es práctica frecuente. Y, por lo que he sabido más tarde, comentándolo con más gente, también lo es en España.

Como, además, nos gusta conectar con temas de actualidad, por el presente post queremos solidarizarnos con la víctima de «la Manada», en Pozoblanco (Córdoba), que tiene mucho más que lamentar, y a quien aún espera una dura batalla ante los tribunales.

La sentencia por los hechos acaecidos en Navarra, menos de 3 meses después de aquello, no admitió, como prueba, siquiera indiciaria, los mensajes de wassap, pero mostraban claramente que estos cerdos estaban habituados a utilizar somníferos y otros compuestos químicos para aprovecharse sexualmente de mujeres indefensas.

Si la leyenda urbana sobre el destino de los violadores en la cárcel, también es cierta, el karma sentenciará a una pena mucho mayor, a los miembros de «la Piara”.

alberta
Calle Alberta (Riga)

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