Por qué me gusta el indie

Conseguidme dinero,
si no queréis sabéis lo que yo quiero;
traedme dinero,
o al menos unos cupones descuento…

Los Punsetes, «Dinero», 2010

Por Ignatius J. Batelmo

Me he desayunado hoy con una «noticia» acerca de una agria polémica sobre la actuación de Estrella Morente en el programa Operación Triunfo, quien entonó unos versos del republicano exiliado José Bergamín (una canción que ya contaba su padre, Enrique Morente) sobre la tauromaquia, al comienzo de su interpretación de «Volver»: «Ni el torero mata al toro, ni el torero mata al toro, ni el toro mata al torero, los dos se juegan su vida a un mismo azaroso juego. No trafiques con su alma, no trafiques con su alma, no le perdonéis la vida al toro bravo en la plaza, que es un ‘mata cobardía’. Robadle al toro su muerte, a solas y en su agonía. Yo adivino al parpadeo…».

Ya saben cómo es Twitter y cómo se las gastan los representantes de lo políticamente correcto con tanta declaración envenenada; y cuánto enfrentamiento hay en esta red social entre la libertad de expresión y la necesidad de no ofender a ningún colectivo, entre taurinos y animalistas, entre aficionados a OT y los que denigran este programa. En este texto, en cambio, no encontrarán una defensa de una u otra postura; aunque reconozca que el programa de TVE tiene a su favor la emisión de música en directo en horario de máxima audiencia, el solo hecho de que las letras de las canciones puedan generar esta controversia me parece deleznable.

Mi patria musical es el rock, The Beatles y la ópera, ahí me crié en los 80. Luego pasé por el heavy metal y el punk, a la vez que por Bach, Mozart y, sobre todo, Beethoven, y fui madurando con el indie, el brit pop, la electrónica y el jazz en los 90, y ya en el siglo XXI también hip hop y un poco de flamenco. Hoy escucho todos esos estilos y también canciones infantiles. A nivel televisivo soy fan de Un país para escucharlo, de Cachitos de Hierro y Cromo y de Sesiones Movistar+; escucho Radio 3 y STRIM (soystrim.com); voy a conciertos y festivales variados; me compro discos de vinilo y tengo una cuenta premium de Spotify.

¿Y esto a qué viene? Lo que más admiro de las manifestaciones culturales es la libertad del creador, que escriba, pinte, cante, componga, ruede una película poniendo su alma por delante, su esencia, lo que le preocupa, lo que le mueve, la pasión irrefrenable de sentirse realizado y de hacer aflorar sentimientos en quienes lo contemplan y lo oyen. La inmundicia de lo políticamente correcto asociado a la creación artística es retrógrada y sectaria. En cuestiones musicales, me gustan el indie y el rock porque no tiene este tipo de ataduras morales: no importa hablar de toros, de religión, de drogas, de política o de relaciones tóxicas. Lo que importa es la calidad musical, o la pasión, o todo a la vez si es posible.

Y estas canciones, aun menos si son explícitas, nunca tienen eco en estos programas. Unos ejemplos tan sólo de música en español: El mundo de los toros tiene detractores Reincidentes «Grana y oro«, y argumentos a favor, como el que ya hemos visto de Estrella Morente o a Andrés Calamaro «El toro» (letra de Pablo Neruda). Drogarse como forma de vida: mala vida en Nacho Vegas en «Crujidos«, o buena forma de vida, con El Columpio Asesino en «Toro«. Esta canción machista de Loquillo causaría a día de hoy (probablemente con razón) una lapidación pública: «La Mataré«, y tampoco será single comercial «Fóllame«, uno de los últimos éxitos de Viva Suecia. En cuanto a denuncia política son innumerables las manifestaciones de incorrección; me quedo con las pinceladas de Soziedad Alkohólika o todo lo que puedes encontrar en el blog Mis 31 canciones, donde se analiza la constante relación entre la política y el pop-rock.

Pero, ¿qué es lo que diferencia a este tipo de bandas o cantantes de lo que suena en las radios comerciales? Pues lo mismo que ocurre con el cine de super héroes; el arte musical se convierte en producto de entretenimiento, de consumo de masas, en el que no cabe la incorrección ni nada que soslaye el estándar de la sociedad capitalista con letras subversivas. Nunca van a ver a Rage Against the Machine en la Superbowl, ni se van a cantar temazos de Triángulo de Amor Bizarro en OT. No puede ser. En cualquier caso, no todo el indie o el rock son revolucionarios ni contestatarios, claro que no; y también existen honrosas excepciones en el mundo mainstream; el año que La Casa Azul estuvo a punto de representar a España en Eurovisión, fue un rayo de esperanza, una revolución sexual no consumada.

La crítica a Estrella Morente me parece fuera de tono, y mucho peor la deslizada por parte de la dirección del programa porque esa parte no la había ensayado previamente, como si tuviera que existir una censura previa de los contenidos que puedan encender a parte de la audiencia. Está claro que el público es soberano, pero si a ese público lo aborregamos con contenidos precocinados, sin dar margen a la improvisación, ese mismo público no estará preparado para escuchar algo diferente.

Y los ofendiditos ya son legión para criticar lo que se les antoje, para asaetear con galopante crispación todo aquello que se aleje de la opinión biempensante dominante. Porque, eso sí, está claro que la censura debe aplicarse a todo aquello que ellos digan que es machista, fascista, leninista, catolicista, yihadista y todos los istas que quieran.

Por eso amo el indie, porque no tiene fronteras ni en cuestiones de estilo ni en su mensaje, por eso me emocionan las letras y la sensibilidad de La Bien Querida; me lo paso genial en los conciertos de Airbag, o de Derby Motoreta’s Burrito Kachimba, o en la fiesta hortera de Ladilla Rusa; siempre me encontrarán con el saber estar de León Benavente o con el descaro de Carolina Durante; me maravilla que mis hijos tengan entre sus canciones favoritas alguna de Niños Mutantes y otra de Astrud; y siempre cantaré como un infante las canciones de Pablito o Lori Meyers.

Cantan historias con libertad, con espíritu creativo, sin tener que dar explicaciones sobre los vicios que hay detrás, sin miramientos para seguir haciendo la música en la que creen, algunos de ellos sin poder vivir de esto. Y si alguno se sube al carro de llenar estadios, como Vetusta Morla o Amaral, lo han hecho sin renunciar un ápice a una manera de hacer las cosas; chapeau. Pero no es una música previamente elaborada para ello. Por supuesto que los indies no son los únicos auténticos, pero es como una pequeña familia donde todos son tus potenciales amigos, son gente humilde y sencilla que no escandaliza estúpidamente por una opinión y te deja hablar de tus cosas en unas noche de cervezas (gracias, Indio).

Y si a usted, estimado lector, le desagrada la opinión vertida en este post, siempre puede aplicarme esta letra de Los Punsetes:

Que no pase un día sin que des tu opinión de mierda
Que no pase un día sin que cuentes tus miserias
Ni un día sin hacer a alguien de menos
Ni un día sin abrir la caja de los truenos

España necesita conocer tu opinión de mierda
La gente necesita que le des tu opinión de mierda
Un montón de temas sueltos e inconexos
Aguardan el veredicto del experto

Todo lo que piensas es importante
Mejor que lo sueltes cuanto antes
Formas parte de ese noventa por ciento
De gente que se cree mejor que el resto

La gente está buscando en Internet tu opinión de mierda
Todo el mundo quiere conocer tu opinión de mierda
Estás en tu derecho de brindarnos una mierda de opinión

Pueden escuchar estas canciones en esta lista de Spotify.

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