Vendrán más años tristes
y nos harán más fríos
y nos harán más secos
y nos harán más torvos.
Rafael Sánchez Ferlosio
Por Anacoreta Bloguerer
Mi amigo me recomienda un libro, y solo uno: After Europe, de Ivan Krastev. No se explaya mucho en las razones: «una visión de Europa, desde el este» (gesto de «buena mierda»). Él me descubrió joyas como El eclipse de la Fraternidad, o La cultura del nuevo capitalismo, así que corro a comprarlo. Sólo lo tienen en inglés, adelante, ya estaba advertido. Mi amigo no sólo recomienda títulos, también ediciones concretas, y te adelanta si lo encontrarás traducido. A ese nivel.
A menudo no estoy de acuerdo con mi amigo en temas políticos, con lo que puede ser una buena oportunidad para pensar fuera de la caja, explotar la burbuja, quién sabe si terminar colgando un póster o haciéndome una camiseta con el careto del tal Krastev.
El libro tiene otra ventaja: es un ensayo breve, 112 págs. Aún así, tardo 4 meses en leerlo. Luna, mi mascota, lo devora con más entusiasmo.

Lo que sigue es un resumen crítico, con traducción propia.
Introducción: The Déja Vu Mind-Set (=La configuración mental «dejà vu»)
El libro arranca comparando la desaparición del imperio austro-húngaro en la I Guerra Mundial con la actual coyuntura comunitaria. ¿Es 2017 -se pregunta el autor- «as a momentous a year as 1917»? Página 3 y ya tengo que ir al diccionario, no quiero que un matiz de traducción me impida juzgar en toda su profundidad lo que me parece una soberana majadería. (Momentous adj = trascendental, crucial). ¿Se puede comparar la debacle de la Gran Guerra, con la inestabilidad derivada de las «críticas elecciones de Holanda, Francia y Alemania» en el presente?
«Líderes políticos y público en general están paralizados por el miedo a la desintegración», y repite en el mismo párrafo: «Los Europeos viven atemorizados por la desintegración». Empiezo a acojonarme pero todavía prefiero seguir leyendo a escarbar una trinchera rodeado de minas y gas venenoso, llámame loca.
Señala la ironía de que sea precisamente en el momento actual, el de mayor integración, cuando más aterrados estamos por la desunión. «La crisis financiera y los ataques terroristas han compelido a los europeos a cooperar, al obligarles a reaccionar conjuntamente a problemas comunes: idea de una unión bancaria y refuerzo de la cooperación en materia de seguridad». Sin embargo, dos páginas después: «Los riesgos externos que la UE afronta, dividen más que unifican el continente.»
Cierto, antes del Brexit no se había establecido procedimiento para la salida de un estado miembro la UE, pero de ahí, a que: «hacer la desintegración impensable fue la estrategia preferida par hacerla irreversible», hay un trecho; más sencillamente hasta el momento había cola para entrar, y ninguno quería irse. «Lo que era hasta ahora impensable, empieza a ser percibido como inevitable.» ¿Sin pasar por «poco» y «muy probable»?
«Como la crisis de los refugiados demuestra, la inmigración es improbable que provea a Europa con una solución para su debilidad demográfica.» Ya que no solución, la inmigración ¿no puede al menos ser un alivio? Y, refugiados e inmigrantes no son lo mismo.
Paro un momento. Sopeso si dejarle el libro a la coneja para ella sola. Sigo.
El autor dice afrontar el libro al estilo gramsciano, «pesimismo del intelecto y optimismo de la voluntad», pero no encuentro el optimismo, ni la voluntad, por ninguna parte. «El tren de la desintegración ha abandonado la estación Bruselas (…) no necesariamente llevará a una guerra, pero probablemente contribuirá a la miseria y el turmoil (n = confusión, agitación). Cita a Rilke: «To Endure is all» = Sobrevivir lo es todo. «Pero incluso sobrevivir/perdurar no será fácil.» ¿Me corto ya las venas?
«Europa está dividida no solo entre izquierda y derecha, norte y sur (…) sino también entre quienes han experimentado la desintegración de primera mano y quienes la conocen solo de los libros de texto» (no dice «books», sino «textbooks»). «Esta es la grieta que separa a la gente que sufrió en primera persona el colapso del comunismo y los occidentales que emergieron indemnes de esos traumáticos eventos.» Como por ejemplo… Krastev mismo. Ya por el final, añade que en 1917 «empezó la guerra civil europea que solo terminó en 1989». Los traumáticos eventos son, al fin y al cabo, el fin de una guerra civil de 70 años.
Vamos por la página 15 y estoy exhausto. ¿Uds. también? ¡Vamos, Krastev! ¡Que estos Srs no tienen todo el día!
Capítulo 1: We the Europeans (=Nosotros, los payos)
«Turistas y refugiados se han convertido en símbolos de las caras opuestas de la globalización. El turista es el protagonista de la globalización, apreciado y bienvenido (…) el refugiado es el símbolo de la naturaleza amenazante de la globalización.» Bien está, al menos, diferenciar entre turistas y refugiados, aunque el autor no extrae la conclusión obvia: no nos atemorizan los extranjeros sino los pobres. Lo explica Adela Cortina en su libro Aporofobia, que intercalo con After Europe, a modo de bálsamo reconstituyente.

Para Krastev la crisis de los refugiados, «genuinamente paneuropea», «no puede ser únicamente explicada por el influjo de refugiados y trabajadores migrantes» Sigue sin distinguir entre migrantes y refugiados, ni entre migrantes legales e ilegales. Refugiados, propiamente dichos, son todos legales (aunque se suspenda el derecho de asilo).


«Ha resultado ser el 11-S de Europa». ¿Cuántos europeos han muerto en esta crisis? En el siguiente capítulo nos da la respuesta de boca del partido húngaro Fidesz: más de 300 personas como consecuencia de ataques terroristas. Este dato se incluye entre un listado «hechos», así, con comillas, sin llegar nunca a dar una cifra alternativa.
«Son los millones de personas llegando legal o ilegalmente a la Unión Europea quienes darán forma a la Historia Europea del siglo XXI». ¿Cuántos millones exactamente? ¿Más de los que pensamos? ¿Menos?

Ojo, «en términos legales y prácticos, tiene mucho sentido articular una distinción clara entre refugiados y migrantes. Después de todo, no son necesariamente la misma cosa.» (Destacado mío.) Bien Krastev, confiaba en que llegarías, «después de todo».
No nos emocionemos, acto seguido aclara que tal distinción se la sopla bastante: «Usaré los términos migrantes, crisis migratoria y crisis de refugiados, de manera intercambiable». Entonces ¿de distinguir entre legales e ilegales, ni hablamos, no? Más adelante, cierto es, menciona a los «emigrantes exitosos»: «los mayores beneficiarios de la apertura de fronteras, junto a los malos políticos del este de Europa y los partidos xenófobos del oeste».
(Referencia a Sumisión, de Houellebecq. Mi amigo me recomendó Ampliación del campo de batalla y aún no he superado el trauma.)

De nuevo: «en la torturada imaginación de las amenazadas mayorías de Europa, la inmigración es una forma de invasión.» La imaginación está torturada pero ¿la amenaza es imaginaria? Sufrir problemas reales, no está reñido con la paranoia: «Para una nación de Europa del este asediada por ratios de nacimiento bajos y [e]migración, el respaldo a la cultura gay es como el respaldo a tu propia desaparición.»
¡Al mediodía alegría! «En Alemania el 10% de la población ha tomado parte en iniciativas de voluntariado dirigidas asistir a los refugiados». Cuando abunda en ello, agua la fiesta: «Los alemanes que antes eran amistosos con los refugiados empiezan a parecer húngaros xenófobos. A mayores, el hecho de que muchos alemanes acogieran personalmente a refugiados hace años, les hace más fácil moralmente volverse contra la presencia de extranjeros en su país hoy». Lo interesante, creo, sería conocer la impresión de quienes participaron en esos programas, porque quizá no sean los mismos alemanes los que hicieron una cosa y los que ahora opinan otra.
Por su parte «la gente del este, excepto un relativamente pequeño grupo de liberales recalcitrantes se mantiene mayormente (=largely) impasible ante las dificultades de los refugiados.»; «Estando más empobrecidos que los europeos occidentales, se preguntan como nadie espera que muestren solidaridad espontánea.» He aquí una verdad dolorosa: cuanto peor, peor.
Reducción: «La fecha de nacimiento del movimiento por los derechos humanos es relativamente reciente, en algún momento de los ’70.» Bien explica Adela Cortina que «la disposición a acoger al extranjero en la propia casa, fue una virtud cotidiana en el mundo antiguo, tanto en Oriente como en Occidente. Una virtud que no precisaba justificación: era un signo de civilidad (…) Era el rechazo del extranjero necesitado de ayuda el que requería justificación.»
«No os olvidéis de la hospitalidad, gracias a ella hospedaron algunos, sin saberlo, a ángeles.»
San Pablo
Sigue Krastev: «La resistencia de los liberales a conceder ningún efecto negativo de la migración ha disparado una reacción anti-stablishmen (y particularmente anti-mainstream media).»
- Como efecto de las migraciones, Krastev menciona la descapitalización de los países de origen: «El FMI calculó que si el flujo de personas continua al ritmo actual, Europa central, del este y del sudeste perderán el 9% de su PIB esperado para el período 2015-30».
- Pero no menta su anverso positivo: las remesas, en 2019 la principal fuente de financiamiento externo hacia países de ingresos bajos, según el Banco Mundial.
«El número de refugiados que Bulgaria acogió tras la I Guerra Mundial alcanzaba 1/4 de su población ¿por qué se niegan hacer lo mismo ahora? La respuesta para Krastev «es directa: hace un siglo quienes pedían asilo eran étnicamente búlgaros, hoy no lo son.»
«La historia importa en Europa del este«.
«Fue precisamente de los alemanes decimonónicos que los centro europeos tomaron prestada la idea de la nación como una unidad cultural». O de los Reyes Católicos, los pogromos no son novedad.
Un dato relevante para explicar la animosidad del oriente europeo es que: «al no tener una historia colonial carecen de sentimiento de culpa»
Pero más fundamental resulta la experiencia del totalitarismo: «El actual resentimiento contra el cosmopolitismo en muchos aspectos nos recuerda el éxito de las campañas anticosmopolitas de la Europa dominada por Stalin», (lo que a mi juicio contradice que: «la conexión directa entre comunismo e internacionalismo explica en parte la sensibilidad respecto a los refugiados»).
Según Krastev: «Los legados del nazismo y el comunismo difieren significativamente. La marcha alemana por el cosmopolitismo era una vía de escape al legado xenófobo del nazismo, Mientras que se puede argumentar que el anticosmopolitismo de Europa central está en parte enraizado en la aversión al internacionalismo impuesto por el comunismo».
Hipótesis alternativa: en su impacto sobre los europeos del este, no se diferencian tanto, tristes años de nazismo y décadas de comunismo les harán más fríos, secos, torvos.
Capítulo 2: They the people (=Ellos, la gente)
3 ejemplos de lo peligrosos que son los referéndums:
1.- El valiente: Matteo Renzi en 2016 propone una reducción de competencias de las regiones. «Analistas han especulado que fue la propia promesa del primer ministro de que renunciaría en caso de perder, la que convirtió el voto en un juicio sobre sus ambiciones.» Valiente y un poco bocas.
2.- El malo: el Parlamento Holandés en 2015 plantea una consulta no vinculante sobre el acuerdo de la UE con Ucrania. Votó en contra el 61%, del 32% que participó, es decir el 19%).
3.- El feo: el primer ministro húngaro Viktor Orbán, en 2016, gasta 50 millones de euros en la campaña contra las cuotas de refugiados impuestas por Bruselas; en comparación: las dos campañas del Brexit, (exit+remain), gastaron 47 millones. Sigue página y media de los argumentos que sostenía el Fidesz (los mencionados 300 muertos por ataques terroristas y razones de igual pelaje). Pese al dispendio, la participación fue tan baja que el resultado quedó invalidado.
«Los tres tienen el poder de reforzar una forma de abierto euro-pesimismo». Pues tú tampoco eres la alegría de la huerta, perdona que te diga.
Capítulo 3: Perhapsburg (=Quizasburgo)
«Graves ataques terroristas en una capital europea, un conflicto armado o una nueva ola de refugiados podrían fácilmente llevar a la Unión Europea al final del colapso.» Lo bueno del colapso es que tiene un final.
«Sería justo decir que la UE como la conocimos, no existe más.» Correcto, la Unión es un proceso, no importa cuándo digas esto.
«Tras el Brexit el número de personas en los principales estados miembros que quieren que su país abandone la Unión, ha decrecido.» ¡Hubieras dicho antes!
«Las varias crisis de la Unión han contribuido al sentimiento de que los europeos somos parte de la misma comunidad política.» Venga, entonces quedamos así.
La UE «para vencer a sus numerosos enemigos debe intentar desgastarles por el camino adoptando algunas de sus políticas.» Creo que no. Y espero que mi amigo esté de acuerdo conmigo en esto, no da la razón si no cree que la llevas, puedo jurarlo.
Después de After Europe, yo soy un poco menos «näive», y la coneja no quiere saber nada de nadie.

En algún punto del libro, Krastev menciona que «el verdadero peligro es que los líderes mainstream, no digan ya principalmente que la diversidad es beneficiosa». Y los escritores mainstream, Krastev, y los escritores mainstream.
También me recomendaron Claus y Lucas, otra visión (novelada, para afrontar tanto horror), sobre Europa del este.

Y Silencio Administrativo, sobre las instituciones y el cuarto mundo.

(Good shit.)