Tres tristes crisis

Por Anacoreta Bloguerer

(En memoria de Antonio Urda, compañero insobornable y socio fundador de la Asociación Española de Amigos de Teilhard de Chardain; fallecido en abril de 2020 por Covid-19)

Si pudierais mantener vuestro corazón maravillado ante los diarios milagros de la vida, vuestro dolor no os parecería menos prodigioso que vuestra alegría.

Kahlil Gibrán

– En 1946, Teilhard de Chardin escribió ALGUNAS REFLEXIONES ACERCA DE LA REPERCUSIÓN ESPIRITUAL DE LA BOMBA ATOMICA:

«Hace poco más de un año, al alba de un día, en las «tierras malas» de Arizona, una claridad deslumbrante, de un brillo insólito, iluminó las cimas más lejanas, apagando los primeros rayos del sol naciente. Después, una conmoción formidable… Ya está. Por vez primera había ardido sobre la tierra, durante un segundo, un fuego atómico, encendido industriosamente por la ciencia del hombre.

Ensayo nuclear.

Ahora bien, una vez realizado el gesto, una vez logrado el sueño de la creación de un nuevo rayo, el hombre, anonadado por su éxito, se volvió sobre sí, y a la luz del relámpago, que acababa de hacer brotar de su mano, intentó comprender lo que su obra hacía en él mismo. Su cuerpo estaba intacto. Pero ¿qué le había sucedido a su alma?

(…) Se nos dice, que embriagada por su fuerza, la humanidad corre hacia su perdición, que va a quemarse en un fuego imprudentemente encendido por ella misma. A mí me parece, que sucede lo contrario: por la bomba atómica, es la guerra la que puede hallarse en vísperas de ser definitivamente muerta. «

Recientes las sacudidas nucleares de Hiroshima y Nagasaki, anticipa la potencia pacificadora de la bomba atómica (Doctrina MAD: Destrucción Mutua Asegurada), pero la razón de su esperanza era más profunda: «Por primera vez en la Historia, a consecuencia de una conjunción no fortuita, entre una crisis de magnitud mundial y un progreso inaudito de los medios de comunicación, acababa de realizar un esfuerzo científico «planeado», que empleaba como unidad la centena o incluso, el millar de hombres. El resultado no se había hecho esperar. En tres años se había puesto a punto una técnica, que acaso no se hubiera logrado en un siglo de esfuerzos aislados (…) nada se resiste en el universo al ardor convergente de un número lo bastante grande de espíritus, suficientemente agrupados y organizados.

– En 1989, con 7 años, contemplaba yo intrigado la caía del Muro de Berlín por la tele: imágenes de abrazos y brindis con champán, intuí que era un reencuentro, debía de ser importante porque mis padres viajaron en avión (todo un acontecimiento) y regresaron con trozos de piedra grafiteada, que manipulaban como reliquias.

Pero era algo que sucedía lejos.

– Antes del virus, el cambio climático era un reto que afectaba al mundo en su conjunto, aunque no de igual forma, sufriendo más: – los trópicos, – las nuevas generaciones (lo peor está por venir) y – los pobres (más dependientes de los ciclos naturales y con mayores dificultades para transitar a nuevos modelos energéticos).

Greta Thunberg llega a Lisboa

– En 2020, con 6 años, mi hijo oye hablar en las noticias de la pandemia e intuyo que en su cabeza el concepto «planeta» es más familiar y la familia humana más cercana. Por supuesto esta crisis se vive de forma distinta según las circunstancias, pero hay una identidad de síntomas y complicaciones: ausencia de olfato, insuficiencia respiratoria… Dramas y remedios son similares por todo el globo: escasez de recursos médicos, duelo en soledad; apoyo vecinal, humor compartido casi en directo entre millones de seres humanos.

Decálogo de mi hijo contra el corona virus.
Punto 7: «Deberían hablar más los médicos»

Si tuviera, que no tengo, que anticipar alguna consecuencia de esta crisis, antes que al cenizo sentido común de economistas y politólogos (perfectamente fundamentado en el medio plazo), me adhiero al optimismo de largo alcance del jesuita:

«Y para terminar: he aquí el Universo reducido a un solo e inmenso movimiento de repliegue sobre sí mismo, generador sucesivamente de núcleos, de átomos, de moléculas, de células y de metazoarios, debiendo la Vida sus propiedades particulares, solo a los valores extremos (cuasi infinitos), alcanzados en su nivel por la Complejidad.«

Flash mob en el Centro de Salud de Mejorada del Campo.
(En medio, mi hermana con bata blanca y tremendo swing.)

Estamos separados, no solos ¡familia!

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