Maradona no es una persona cualquiera

“Si me muero, quiero volver a nacer y quiero ser futbolista. Y quiero volver a ser Diego Armando Maradona. Soy un jugador que le ha dado alegría a la gente y con eso me basta y me sobra”.

Diego Armando Maradona

Por Un Tal Mileto

Hoy hay gente que no se explica por qué, Diego Armando Maradona una vez muerto, sigue armando (valga la redundancia) este “quilombo”. Muchos diremos que el problema es que no saben quién era Maradona, pero realmente, el problema de verdad, es que no nos paramos a pensar si el debate solo está en quién fue el mejor, si él o lo fue Pele o Don Alfredo o Messi o Cristiano…. Y ahí es donde se quiebra el mensaje.

Maradona es un HÉROE nacional en la Argentina (qué exagerado, ¿no?). Corre el 22 de junio de 1986, Mundial de México, Ciudad de México, Estadio Azteca; es el minuto 51 de los cuartos de final entre Argentina e Inglaterra, tras un rechace de una jugada entre Diego y Jorge Valdano, el balón va sin aparente rumbo de arriba abajo y Peter Shilton esprinta para intentar atajarla. Pero el astro argentino es más pillo, se embala hacia el balón también, enfrentándose cual David contra Goliat contra el meta inglés. Ambos saltan y los centímetros que el cancerbero saca a Maradona, éste lo suple con la ayuda de su mano, anotando así el gol más tramposo de la historia del balompié. Ya en el minuto 55, «la tiene Maradona, lo marcan dos, pisa la pelota Maradona, arranca por la derecha el genio del fútbol mundial, deja al tercero y va a tocar para Burruchaga… ¡Siempre Maradona! ¡Genio! ¡Genio! ¡Genio! Ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta… Gooooool… Gooooool… ¡Quiero llorar! ¡Dios Santo, viva el fútbol! ¡Golaaazooo! ¡Diegoooool! ¡Maradona! Es para llorar, perdónenme… Maradona, en una corrida memorable, en la jugada de todos los tiempos… Barrilete cósmico… ¿De qué planeta viniste para dejar en el camino a tanto inglés, para que el país sea un puño apretado gritando por Argentina? Argentina 2 – Inglaterra 0. Diegol, Diegol, Diego Armando Maradona… Gracias Dios, por el fútbol, por Maradona, por estas lágrimas, por este Argentina 2 – Inglaterra 0».


Maradona se zafó de Hoddle, Reid, Butcher, Fenwick y al portero Shilton, y así se redimió con el futbol, anotando el “gol del siglo”. Maradona era un especialista en eso, en recorrer el camino de héroe a villano y viceversa con la misma facilidad que demostró regateando a los 5 rivales ingleses de esa jugada. Así era Diego con todos los aspectos de su vida, hasta que el fatídico 2020 le cazó, como Goikoetxea lo hizo en el Bernabéu en 1984. Así puso fin a su paso por el Barcelona, así ha puesto fin a su vida.

La heroicidad del 10 argentino reside en lo que hizo en 1986 en México, levantando la Copa del Mundo que daba un respiro a un país muy maltratado, y que vio como su nuevo ídolo hundió a esos ingleses a los que se enfrentaron en Malvinas, y que tan maltrecha dejaron a su patria. Esto es una muestra de patriotismo. No hay que confundirlo con otras “muestras” que quedan más cerca del «patrioterismo».

Y es esa la más fehaciente muestra de lo que realmente era Diego, no solo para sus compatriotas, sino para todo ser humano que haya disfrutado sus divinidades alguna vez: Diego era de todo el mundo. Yo, que tenía tan solo 7 años cuando arribó a mi ciudad, Sevilla, no sabía quién era. Mis abuelos vivían en un patio de vecinos en un barrio humilde y eran vecinos de Juan Martagón, por aquel entonces defensa de los de Nervión. Mi abuela a veces nos daba fotos de Juan firmadas de su puño y letra. El día que mi padre y mi hermano llegaron con el periódico en la mano al grito de “HEMOS FICHADO A MARADONA” yo ojeé las fotos del reportaje del diario y vi esa media melena, ese semblante de tío rudo… realmente, en mi subconsciente de niño de 7 años, pensé que entre Martagón y Maradona no había grandes diferencias.

En la ciudad hispalense no hizo gran cosa, o eso se ha dicho siempre. Yo creo que Diego nunca dejó a nadie indiferente tras su paso. Ya venía de haber tocado los infiernos, y seguramente aquí los volvería a visitar, pero sólo una divinidad como él era capaz de desayunar con Dios, almorzar con los ángeles, merendar con Satanás y cenarse a éste a modo de carnero en un “asado argentino”. Todo ello con una pelota en los pies y sin que nadie se la quitase. No hizo gran cosa, 8 goles en 29 partidos. Pero, a partir de ahí, ya no volvería a llegar siquiera a esas cifras.

Menos de un año en el Sevilla FC, después Newell’s y finalmente Boca Juniors. Y después, la nada, el ostracismo total: positivo por dopaje, inhabilitación para jugar al futbol, vuelta a vestir la remera xeneize de Boca, vuelta a las lesiones, hasta que finalmente, tras dar el relevo en un superclásico River-Boca a Juan Román Riquelme, decide retirarse. ¿Alguna vez has encendido una vela y la mecha ha ido perdiendo su fuerza hasta casi apagarse? Así fue la nueva etapa de Maradona después de su retiro futbolístico: drogas, sobrepeso, alcoholismo, terapias… todo en bucle, hasta que, de pronto, en 2005 vuelve un renacido Diego Armando Maradona a primera plana, con 50 kilos menos de peso y algún retoque estético, el 10 estaba para jugar. Programa de televisión y vuelta a los altares divinos. Se trataba de un espejismo: un año duró este éxtasis maradoniano, ya que volvió a pasar por el taller de la psique y quedó otra vez un año en el dique seco.

Una vez superada (o no) esta etapa, Diego empieza una carrera en los banquillos como técnico: Boca, selección argentina, Emiratos Árabes, Bielorrusia, México y vuelta a Argentina, a Gimnasia y Esgrima de La Plata. En cada etapa siempre con la polémica acechando, sintiendo incluso a veces el frío metal de la guadaña de la parca sobre su cogote, siempre protegido por su media melena. Se convirtió en la estrella de nuestros móviles, figurando en memes o vídeos de nuestras redes sociales, obligándonos a dar explicaciones a nuestros hijos sobre que ese señor “tan alegre” un día fue una deidad, mientras pensábamos que era una pena ver esa llama de la vela casi extinta. Siempre con la misma sensación, el mismo sentimiento de que Diego era, es y será para todo el mundo, menos para él mismo. Nunca fue dueño de sí mismo. Se privó de ser padre, de ser futbolista, de ser técnico… Diego realmente estaba solo, hasta en sus últimos momentos, Diego no formaba parte de su propio ser. Quizás eso es lo que aun le hace más divino, ser de todos sin tener nada a cambio.

En éste 2020 tan caprichoso (e hijo de perra) seguro que Sir Michael Robinson, quien estaba muy enfadado con Maradona por su estilo de vida, podrá sentarse allí arriba con Diego para poder charlar de futbol, de jugadas imposibles, de frases para la posteridad que ambos han dejado en el camino y descansar los dos en paz. 

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