El palacio de Kubla Kahn

Por José Mª Gentil Girón.

Kubla Kahn” es un poema escrito por Samuel Taylor Coleridge, posiblemente en 1797, aunque algunas fuentes, al parecer, lo sitúan en 1798. No se publicó sin embargo hasta 1816, en el volumen “Cristabel, Kubla Khan y los Dolores del Sueño”. El poema en concreto se tituló “Kubla Khan or a vision in a dream”.

¿Por qué este título? El propio Coleridge lo explica en el prefacio. El poeta concibió el poema en un sueño, es decir, lo soñó en su totalidad. No soñó meramente el argumento, sino el poema en sí, toda su métrica y sus versos, y al despertar, únicamente necesitó sentarse frente al papel y comenzar a transcribirlo.

El poema describe el palacio que el emperador Kubla Khan (en la actualidad se suele utilizar la grafía Kublai Khan, pero no por liar el asunto, respetaremos la de Coleridge), último gran Khan del imperio mogol, se hizo construir.

Comienza así:

En Xanadú, Kubla Khan

mandó que levantaran su cúpula señera:

allí donde discurre Alfa, el río sagrado,

por cavernas que nunca ha sondeado el hombre,

hacia una mar que el sol no alcanza nunca.

Dos veces cinco millas de tierra muy feraz

ciñeron de altas torres y murallas:

y había allí jardines con brillo de arroyuelos,

donde, abundoso, el árbol de incienso florecía,

y bosques viejos como las colinas

cercando los rincones de verde soleado.

El poema está considerado en general uno de los mejores de Coleridge y aún del romanticismo inglés. Sin embargo, tiene una particularidad especial: está inacabado. ¿Y eso? El autor explicó que una vez que se puso a escribirlo, recibió una visita de un caballero de Porlock apenas llegado a la cincuentena de versos, y una vez que este se marchó, le resultó imposible continuar.

Para encontrar un paralelismo en la historia, debemos remontarnos a otro momento. Rashīd al-Dīn Ṭabīb, también conocido como Rashid al Din  Fadlullah Hamadani fue un historiador persa, autor del Jami al Tawarij, en general considerada una fuente de gran fiabilidad sobre el imperio mogol. Se trata de un trabajo enciclopédico que acabó abarcando, o intentando abarcar, toda la historia desde Adán hasta el propio Rashid al Din Tabib. Muchas partes no se han encontrado nunca. Los fragmentos que conocemos llegaron a Europa a mediados del siglo XIX, probablemente hacia 1841, entrando a formar parte de la colección del general Thomas Gordon. En 1980 el manuscrito fue subastado en Sothebys, alcanzando el mayor precio pagado nunca por un manuscrito medieval.

¿Qué dice esta fuente del emperador Kubla Khan? Lo siguiente, puesto de manifiesto por Borges: “Al este de Xanadú, Kubla Khan erigió un palacio, según un plano que había visto en un sueño y que guardaba en su memoria”. En el año 2016, un grupo de arqueólogos afirmó haber descubierto el palacio, bajo la Ciudad Prohibida de Pekín, del cual solo hay restos.

Coleridge pudo saber de Kubla Khan por los escritos de Marco Polo. Pero no pudo conocer los de Rashid al Din Tabib, porque se publicaron en Europa mucho después que su poema. Es decir, no pudo saber que el emperador mogol mandó construir el palacio a partir de su sueño.

¿Cuál es pues, el paralelismo? Kubla Khan soñó un palacio y lo mandó construir; fue destruido el algún momento y no queda nada del mismo. Coleridge, que no sabía lo anterior, soñó un poema del palacio, siglos después; no pudo acabarlo.

Jorge Luis Borges se aventuró a dar una explicación, digamos literaria: algo está intentando entrar en el mundo, a través de los sueños. Cada soñador lo interpreta a su manera. Hace siglos, Kubla Khan le dio forma de palacio. En el XVIII, Coleridge le dio forma de poema. En ninguna de las dos ocasiones, ese “algo” logró entrar en el mundo. Dentro de muchos años, otra persona lo soñará y le dará forma de canción, o de pintura, o de partitura, o de algo que no podemos imaginar. Quizá esa vez logre al fin entrar en nuestro mundo.

Tal vez esta propia explicación a una paradoja que no podía sospechar ya la había aventurado el propio Coleridge cuando escribió en una nota, mucho antes que el poema:

“Si un hombre atravesara el Paraíso en un sueño, y le dieran una flor como prueba de que había estado allí, y si al despertar encontrara esa flor en su mano… ¿entonces qué?”

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