Por R. Carazo
“No hay otro lado, todos estamos en la misma bolsa”.
Ricardo Piglia (Blanco nocturno, 2010).
Nacho Vegas “No me voy a Marte”.
Canción incluida en el álbum “Oro, Salitre y Carbón” (Marxophone, 2020). Editada previamente en 2018 para conmemorar el 20º aniversario de Ecologistas en Acción.
Mientras aún haya relámpagos.
Mientras aún caiga un rayo atronador.
Mientras agite el viento la mar
y los peces canten su canción.
Mientras podamos huir hacia el Sur.
Mientras por el Este nazca el sol.
Mientras en el Norte te encuentres tú
y al Oeste nos quede Nueva York.
Mientras se pueda tejer y tejer
o se pueda llorar en un solo rincón.
Dicen que todos los ciclos de ayer
ya son los ciclones de hoy.
Pero no, no, no, yo no me voy.
Seguir construyendo barcas,
levantando barricadas,
seguir con nuestro remar mientras sea la ternura un don.
Hacer de la paz un arte
y así combatir sus guerras.
El cielo está de nuestra parte,
y no, no, yo no me voy a Marte.
Mientras quede amor en la Tierra.
Mientras los sapos aún sepan croar
y el mirlo se sepa su trino.
Mientras bebamos el vino
que tal vez de noche nos haga aullar.
Mientras tras una delgada pared
haya gente amándose en un jergón.
Dirán que todos los ciclos de ayer
ya son los ciclones hoy.
Pero no, no, no, yo no me voy.
Seguir escribiendo cartas,
levantando barricadas,
seguir con nuestro cantar mientras sea la ternura un don.
Hacer de la paz un arte
y así combatir sus guerras.
El cielo está de nuestra parte,
y no, no, yo no me voy a Marte.
Mientras quede amor en la Tierra.
No me voy a ningún lugar.
No me voy, no me voy.
No me voy a ningún lugar.
No me voy a Marte.
No me voy a ningún lugar.
No me voy, no me voy.
No me voy a ningún lugar.
Solo sé que no me voy.
Que no, no, no, yo no me voy.
Seguir construyendo barcas,
levantando barricadas,
seguir con nuestro remar mientras sea la ternura un don.
Hacer de la paz un arte
para así combatir sus guerras.
El cielo está de nuestra parte,
y no, no, yo no me voy a Marte.
Mientras quede amor en la Tierra,
que no es vida sin vida ni amor
en la Tierra.
¿Me ha gustado Don´t look up?
La respuesta corta es “No”.
¿Por qué no?
Demasiado grotesca, poco sutil, nada fina. Soy capaz de ver la analogía con la actual situación climática. La humanidad directa al precipicio mientras se ocupa de otras cosas más importantes: la gente subiendo chorradas a TikTok, los medios pendientes de cómo una celebridad rompe con su pareja y los dirigentes más preocupados por las pequeñas polémicas que van salpicando a sus insignificantes ministros. Pero, aunque vea el paralelismo, la película me deja indiferente, me irrita en su estilo y no disfruto de su visionado como sí lo hago con otras que sí catalogo como arte cinematográfico.
Pero los días pasan y me hago preguntas: ¿es normal que prefiera ver durante dos horas la vida de una nómada interpretada por Frances McDormand a una sátira que pone de manifiesto que la humanidad ignora que nos enfrentamos a un riesgo sin precedentes que solo nos lleva a nuestra propia destrucción? La importancia de la segunda temática sobre la primera (y sobre cualquier otro argumento llevado a la pantalla) no puede ser más rotunda.
Y más si cabe cuando un porcentaje mayoritario de la sociedad es completamente ajeno a los problemas climáticos, no está dispuesto al más mínimo sacrificio personal por mejorar la habitabilidad del planeta y ni siquiera exige a sus líderes políticos no ya que no actúen con la firmeza necesaria, sino que al menos abandonen posiciones y discursos negacionistas o que sus planes en la materia sean decisivos para darles o no nuestro voto. Así, nos permitimos criticar la película, y pasar a ver la siguiente que nos proponga el algoritmo, mientras un millón de personas están muriéndose de hambre ahora mismo en Madagascar por una nueva hambruna causada por el cambio climático, la cual, tampoco encuentra apenas eco en nuestros medios. Y quien dice hambruna en Madagascar dice inundaciones en Bélgica y Alemania, picos de calor extremo en Canadá o fuegos descomunales en Australia.
Tras estas reflexiones hago las oportunas pesquisas para ver si más gente encuentra la película poco sutil y descubro que todas las personas que tratan de dar la voz de alarma sobre la situación climática (científicos, activistas, expertos, ciudadanos concienciados) tienen la sensación de que llevan más de diez años viviendo exactamente lo mismo que el personaje interpretado por Jennifer Lawrence: la dificultad de alertar a la gente sin parecer un loco de remate. E incluso señalan que la película se queda corta con respecto a la realidad.
Peter Kalmus, científico climático y autor de “Being the Change: Live Well and Spark a Climate Revolution”, ha publicado un maravilloso artículo en The Guardian en el que señala que “Don’t Look Up es una sátira. Pero si os hablo como científico que lleva años haciendo todo lo posible para despertar a la gente y evitar la destrucción planetaria, os diré que es la película más precisa que he visto sobre la aterradora falta de respuesta de la sociedad al colapso climático”.
El pánico y la desesperación que sienten los protagonistas de la película al verse ignorados por su descubrimiento, reflejan a la perfección el pánico y la desesperación que sienten muchos científicos del clima.
¿Cuántas cumbres del clima vamos a necesitar (ya vamos por la COP 26) para entender que nos enfrentamos a catástrofes sin precedentes (condiciones meteorológicas más extremas, huracanes, tormentas, inundaciones, incremento del nivel del mar, aumento del número de refugiados, menguante hielo marino en el Ártico, pérdida de ecosistemas y diversidad biológica, incendios forestales, desertificación, mayor contaminación, impactos sobre la salud humana y el bienestar…)?
Da escalofríos recordar que las primeras señales de alarma de la comunidad científica datan de la década de los setenta: el Informe Meadows (1972) o el Informe Charney (1979).

Otro artículo de Valérie Masson-Delmotte, Investigadora en ciencia climatológica y copresidenta del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, incide en la misma idea y cuenta que ella misma tuvo “¡tres minutos para presentar un informe del GIEC a un jefe de estado!” o como el último informe del GIEC se publicó el día que se anunció el traspaso de Lionel Messi al PSG, entre el destino de un futbolista y el del planeta, “¿cuál es el que hace más ruido?”.
Es indudable que, por mucho que se esfuercen los científicos, el público en general y los líderes mundiales en particular, subestiman cuán rápido, grave y permanente será el colapso climático y ecológico si la humanidad no se moviliza. Y eso lo muestra a la perfección la película que también tiene su porción de sátira para aquellos empresarios multimillonarios que nos venden la fantasía absurda de que la humanidad puede mudarse a Marte o cualquier otra solución cargada de un optimismo tecnológico sin fundamento alguno.
Por tanto, a pesar de que siga afirmando que no me gusta la película, creo que se trata del film más necesario del año, pues es capaz de colocarnos ante la evidencia del absurdo. Porque es absurdo que sabiendo lo que sabemos, la colectividad fracase en la acción.
Sin duda, mi película favorita del año en curso ha sido Annette de Leos Carax. ¡Eso es cine de verdad! Pero, por favor, que nadie vaya a ver Annette y que todo el mundo vea Don´t look up. El Oscar debe ser obligatoriamente para Don´t look up. Premien la temática porque nos encontramos ante “la” temática.
Esta película tiene los mimbres para que un público masivo se acerque a una problemática que no podemos obviar mientras que un informe alarmista sobre el clima solo lo leerán los que ya están concienciados con el tema. Un ejemplo claro lo aporta Valérie Masson-Delmotte en su artículo: “observo que mis comentarios sobre esta película, publicados en Twitter, generaron más reacciones en un solo día que mi resumen del informe del GIEC en cinco meses”.
Pero quizás el mayor éxito de la película sea la constatación de la debilidad del ecologismo como movimiento político. Tal y como lo explican Bruno Latour y Nikolaj Schultz en su “Mémo sur la nouvelle classe écologique” (Les Empêcheurs de penser en rond – Éditions La Découverte, 2022) en una frase que invita a la reflexión: “Por el momento, la ecología política logra el éxito de aterrorizar las mentes y de hacerlas bostezar de aburrimiento”.
La ecología como movimiento político no moviliza a las masas. ¿Por qué ha de ser la culpa del que no escucha? ¿No será la culpa del movimiento ecologista el no lograr convencer? Esta tesis de Latour (filósofo, sociólogo y antropólogo francés) incide en que el ecologismo debe encontrar la manera de luchar en el tablero político, como ya lo hicieron los socialistas, el movimiento obrero o los liberales contra las otras clases que en su momento les impidieron tomar el poder. El ecologismo debe movilizar a los posibles votantes haciendo un trabajo ideológico que los otros partidos sí están desarrollando.
¿Qué conceptos ideológicos hacen que se vote a socialistas, a conservadores, a comunistas, a la extrema derecha? El ecologismo ha de buscar conceptos ideológicos movilizadores, aspectos que susciten afectos de adhesión. Hasta ahora ha fracasado en esta batalla, tal y como fracasan los científicos de Don´t look up.
La urgencia climática nos dice que ya no basta con añadir un poco de verde al socialismo y que los cambios que se reclaman son más drásticos como para liquidarlos con el eufemismo de “transición ecológica”. No se trata solo de exigir acción a los gobernantes, se trata también de asumir el coste de esa acción en nuestras propias vidas cotidianas. Cada gesto cuenta y debemos estar preparados al sacrificio.
La lucha contra el cambio climático no es incompatible ni con el capitalismo ni con la erradicación de la pobreza y el hambre ni siquiera con la utilización de la energía nuclear, pero sí exigirá cambios extremos que debemos estar dispuestos a soportar si queremos vivir en un mundo habitable. Que levante la mano quien no quiera vivir en un mundo habitable.
Abogar por una reforma radical es hoy la posición más moderada y centrista posible porque, en definitiva, ¿hay algo más extremo que intentar salvaguardar un sistema económico y social que pone en peligro la supervivencia de gran parte de la especie humana?
Pues eso, como cantaba George, Don’t look up, before you go-go.
Muy buena reflexión Rafa, yo creo que al final lo importante es que la gente vea la película da igual que sea buena o mala, lo importante es el mensaje como bien dices al final del artículo. Respecto al tono, puede resultar burdo y superficial a ratos, pero creo que es acertado el tono por que si fuese un acercamiento más sesuso o refinado no llegaría a tanta gente, sin embargo al tener ese tono desenfadado hace que sea más fácil de ver… aunque muchas veces no sabes si reir o llorar cuando realmente eres consciente de que está hablando de una realidad contemporánea.
La sociedad en general prefiere seguir mirando hacia abajo, la agenda 2030 parece que es un pin para muchos políticos por que luego cuando hay que hablar de temas serios como el consumo de carne y las macrogranjas (por poner un ejemplo) al final los medios y los políticos se quedan en la superficie y el apelar a sentimientos patrios en lugar de profundizar en temas realmente importantes y para los cuales no habrá march atrás en un futuro próximo…
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estupendo
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