Decálogo para la Feria

Por Ignatius J. Batelmo

Lo malo no es que los sevillanos piensen que tienen la ciudad más bonita del mundo; lo peor es que puede que tengan hasta razón.

Antonio Gala, poeta cordobés

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La Feria es la celebración más exultante de una ciudad, Sevilla, ya de por sí exultante y embriagadora. Admirada por foráneos, envidiada y odiada (el odio es la parte más visceral de la envidia) desde algunos rincones andaluces y españoles, disfrutada por los sevillanos, la Feria se ha convertido en el resumen anual del archiconocido the place to be; cada instragrammer/influencer que se precie, tiene que hacerse una foto en traje de flamenca o en coche de caballos. Es una fiesta total, para niños y adultos, intergeneracional, donde jóvenes y mayores comparten espacios, horarios y bailes. Déjese los prejuicios en casa y venga a divertirse al mayor evento folclórico de Europa occidental.

He aquí una serie de recomendaciones básicas para no perderse:

1º. Déjese guiar siempre por un sevillano. Tal y como comentábamos para la Semana Santa, el principal consejo para es acudir siempre acompañado de un sevillano y, si éste tiene caseta, mucho mejor. Déjese llevar e invitar, sea amable y, si no es andaluz, absténgase de imitar el acento andaluz; aunque sus amigos mesetarios le digan que clava a Alfonso Guerra, no es cierto. En todo caso, invite alguna vez también a altas horas, que siempre se agradece corresponder.

2º. Aplauda, vitoree, cante, baile. Al contrario de la introspección que requieren muchas cofradías, la Feria de abril de Sevilla es el terreno ideal para dar rienda suelta a las emociones y al jolgorio. En todo caso, sólo dé palmas si es capaz de seguir el compás de las sevillanas de 3/4. Caballero. cuando el rebujito se le suba a la cabeza y quiera sacar a a bailar a una joven vestida de flamenca, hágalo desde el respeto. El baile es casi obligatorio para tener una experiencia plena; observe y aprenda.

3º. Beba bastante pero no se pase. El nivel ideal que debe mantener durante la larga jornada de fiesta que tiene por delante es el «puntillo». Intente combinar cerveza y manzanilla o rebujito al principio con comer cada cierto tiempo; no se deje llevar por la tentación de las copas muy pronto. Es muy importante probar la gastronomía típica de la feria: croquetas, montadito de lomo, tortilla de patatas, gambas, jamón… y tomarse un caldito de puchero calentito a mitad de la noche. En todo caso, igual que hay caseta para niños perdidos, hay puestos de la Cruz Roja para llevar al amigo con coma etílico. Tome unos calentitos (churros) con chocolate a la vuelta a casa para dormir plácidamente.

4º. Admire las tradiciones ancestrales: Los toros viven durante la Feria el momento culmen de cada temporada a nivel mundial: no hay puerta tan difícil de abrir para un torero como la del Príncipe. El plan ideal es llegar en coche de caballos desde el Real y dejarse ver entre la gente guapa. No obstante, si es usted animalista, esta tradición no es recomendable, pero probablemente toda la Feria tampoco.

5º. Respete y admire el paseo de caballos. Enganches, amazonas, gitanas sentadas a la grupa devienen singularmente durante las horas de luz y hasta las 8 de la tarde. Suponen un espectáculo visual sin parangón y se puede contemplar, desde la acera de albero en cualquier calle del Real. Querido urbanita: tenga cuidado al cruzar con los caballos, que no llevan frenos ABS.

6º. Utilice un vocabulario lo más rico y preciso posible: los trajes son de gitana o de flamenca, nunca de faralaes; los coches de caballo o enganches nunca pueden denominarse calesas; los bailes son por sevillanas o rumba, no se baila flamenco clásico; pida manzanilla o fino por botellas, o una jarra de rebujito (manzanilla, sprite e hielo); los niños van a montarse a los cacharritos de la calle del Infierno, nada de parque de atracciones o similares.

7º. Las casetas públicas son suyas; las casetas privadas no. Esto es una polémica ancestral de todos aquellos que comparan la Feria con las ferias celebradas en otros sitios. La gran mayoría de las casetas son privadas, sí, son una extensión de la casa de sus socios y los socios, como a su casa, invitan a sus amigos. Si no fuera así, sería imposible mantener el buen ambiente, la exaltación de la amistad y la alegría en el interior de la caseta. No se deje llevar por odio envidioso del que ve esto como clasismo, hágase amigo de sevillanos y vaya a sus casetas o a las casetas de los amigos de éstos. La capacidad de las casetas se estira para dar cabida a todo el mundo que sea buena gente.

8º. Busque los momentos del flamenquito: «el caballo camina palante, el caballo camina patrás«. Es el momento más concurrido en cada caseta: un grupo flamenco interpreta sevillanas y rumbas en directo para el deleite y el baile de socios e invitados de una caseta. Intente ir al menos una vez durante su estancia para empaparse de la esencia y prepárese a sudar y a regocijarse.

9º. Camine en la medida de los posible, lo de los taxis está muy complicado. En todo caso, la cola de los taxis es un buen lugar para asentar el ligoteo de la noche por lo que si tiene expectativas en ese sentido, tampoco es tan malo el rato de espera. El lugar de recogida de los VTC se sitúa de manera lejana a la de los taxis (calle Virgen de Lujan y en una zona en la Glorieta Avión Saeta) y hay servicios especiales de autobuses disponibles. Sin embargo, si puede caminar, para ayudar a bajar ese puntillo que se le ha ido de las manos, siempre es lo más recomendable.

Foto HOLA

10º. Vea, escuche… y tápese la nariz. Evite las boñigas de caballo durante el día, acuda con presteza y paciencia a los cuartos de baño, cuide no encontrarse con alguien devolviendo a altas horas de la noche. Tenga a mano una flor para regalar o lucir. Escuche las sevillanas y el flamenquito, disfrute de los trajes de gitana, de la juventud dichosa, de la alegría de vivir, de que ya nos quedan cuatro días y hemos venido a envolvernos de la magia.

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