Por R. Carazo.
Al utilizar por primera vez este tipo de armas nos alineamos con los bárbaros de las primeras edades (Julius Robert Oppenheimer).
Lo relevante no es que venciera el Madrid en el Nou Camp, ni que Zidane ganara su primer clásico, ni que Ronaldo resucitara en un partido de fuste. Nada de eso. Lo más destacable es que a Bale se le daba de lujo el balón medicinal en la Elementary School y que Zidane logró contra todo pronóstico que Clemente sintiera un inesperado gustirrinín en su sofá: “balón a la olla, tu cuélgala que cualquier cosa puede pasar”. Resultado: saque de banda al área a ver qué sucede. Oda al rechace.
El día del homenaje a Cruyff, cuyo fútbol de toque fue relanzado por Guardiola elevándolo a su máximo exponente con el gili-corner (“ni de esquina la rifamos chicos, en corto i torna a començar”), llega el archienemigo a casa y se mofa en tu cara con triquiñuelas de equipo pequeño. No podía permitirse el Real Madrid en su desesperación renunciar a ninguna suerte del fútbol.
Sí, normalmente saca de banda el lateral, pero Carvajal se quedaba ensimismado tocándose la barba, y si salía por banda izquierda pues “quita, quita Marcelo, no te canses que viene Bale”, y éste, para una vez que se veía por su banda soñada, por esa en la que haría verdadero daño, por esa en la que calza un misil, era para jugar con las manos en las que transporta una catapulta. Este Madrid que se viste de batalla con Casemiro de almirante, también está necesitado de armas medievales.
Bale acciona su “catapulta” sobre el área blaugrana