Las (múltiples) puertas de la percepción.

Por Alan Smithee.

La verdadera compasión nace cuando se entiende que lo que alguien percibe como la verdad es, a todos los efectos, la verdad. Da exactamente igual que eso sea manifiestamente incierto para ti y para todos los demás. (“Instrumental”, James Rhodes. Ed. Blackie Books, 2015).

La película Mulholland Drive (David Lynch, 2001) ha sido considerada por la BBC, a partir de los votos de 177 críticos de todo el mundo, como la mejor película del siglo XXI. Dejando a un lado el asunto de que hacer un ranking de películas de todo un siglo en el año 16 no parece demasiado adecuado, la película me causa un gran rechazo. La vi por primera vez con la mejor de las predisposiciones y tuve la misma sensación que al leer La broma Infinita (David Foster Wallace, 1996); que a los David les gusta vacilarme (y al resto de espectadores también -en estos casos tiendo a generalizar-) haciendo algo relativamente común que es darse importancia mediante un producto ininteligible, cosa ésta (la de la ininteligibilidad asociada a la subjetividad del artista) más propia de otras formas de arte como la poesía o la pintura abstracta. Tras el fallo del jurado revisité el filme con resultados muy parecidos. Y entonces decidí verla a través de otros ojos, práctica siempre recomendable. Para esto suelo utilizar la pluma de Jot Down, pero en este caso recalé, gracias a mi amigo Jabo Lump, en José F. Ortuño (su canal de youtube tiene más joyas que MA Barracus) y su vídeo de qué va Mullholand Drive”, donde en apenas cuatro minutos comprendes que claramente te faltaba información a la hora de enfrentarte a la película.

mulholland-drive-original
«No creo que la gente acepte el hecho de que la vida no tiene sentido. Si lo hicieran, haría la vida terriblemente incómoda«. (David Lynch hablando de sus cositas).

Esto, unido a que tengo varios amigos que aseguran que es su película favorita (desde antes del ranking), me ha hecho reflexionar sobre dos asuntos.

En primer lugar, si bien me encanta la literatura que me pone a prueba, esa que me cuesta entender a la primera y me obliga a exprimirme y consultar bibliografía adicional y repensar las cosas, esa fórmula no me vale para el cine. Una película que en tres horas no consigue entender ni el 10% del público (estoy siendo benévolo conmigo, es posible que fuera el único que no entendió ni papa) es una obra que, considero, no ha logrado su objetivo, al menos desde el punto de vista del entretenimiento. Si tras ver una película piensas en googlear «de qué va…», es que algo no está funcionando. Esto no tiene nada que ver con que sea necesario un mínimo bagaje cultural o con que haya detalles que te pasen desapercibidos y genios del metacine como el citado anteriormente puedan desvelarte matices o datos que hagan que la disfrutes mucho más a posteriori. Esta información accesoria nunca debe ser imprescindible para disfrutar la película.

El segundo aspecto, el que da título a este artículo, tiene que ver con la enorme subjetividad con la que percibimos las cosas. No me refiero a una comparación entre diferentes observadores, sino con uno mismo dependiendo de las circunstancias.

En el marco de la física cuántica, a diferencia de la clásica, el proceso de medición altera de forma definitiva e incontrolada la evolución de un sistema. Es decir, cualquier interacción lo modifica. Y ocurre lo mismo con nuestras percepciones. Esto que tiene una trascendencia brutal, no debería sorprendernos demasiado, dado que lo experimentamos a diario. No es fácil verlo en la mayoría de los casos puesto que, como hemos dicho, una vez percibido ya se habrá dado la modificación. Pero sí que hay casos muy reconocibles de este proceso. Un ejemplo claro son las encuestas previas a los comicios que en el mismo instante de ser baromedidas por el CIS y transmitidas a los encuestados, cambian su valor y de ser inmediatamente recogidas de nuevo arrojarían un resultado aleatoriamente distinto que nadie puede medir (aunque a juzgar por los intentos de manipulación de las estadísticas el resultado de la repercusión debe de seguir algún patrón).

Nuestra percepción, muy lejos de ser absoluta, está tan condicionada por sus aspectos coyunturales que es inexorablemente única. Es la idea atribuida a Heráclito de que no puedes bañarte dos veces en el mismo río. neuropercepcionEl cambio incesante como fundamento de todo. Nuestra interpretación depende en muy alta medida de las expectativas, de nuestro background, de todo ese conjunto de estímulos que ha habido hasta el momento presente. Por pasar de lo abstracto a lo concreto, que me está quedando un poco generalista, voy a volver al tema del cine. No es sólo la crítica previa que pueda haber creado unas expectativas o los prejuicios sobre el director y actores; es el momento vital en el que te encuentres y, en definitiva, las circunstancias orteguianas. Jamás verás dos veces la misma película, en ocasiones con resultados radicalmente distintos (Ese famoso “mal envejecer” de las películas). Si entendemos que el tiempo ha podido cambiar la percepción de toda la humanidad sobre un producto, cómo no asumir como inevitable ese giro individual.

Esto que puede parecer meramente anecdótico, en realidad tiene una importancia extraordinaria. Presumo que tiene consecuencias en cuanto a que no podamos estar completamente seguros de la inmutabilidad de los juicios que efectuamos a partir de la entrada de estímulos sensoriales. Evidentemente hay ciertas verdades que podemos llamar perdurables fruto de otro tipo de trabajo más reflexionado y extendido en el tiempo. Ojo, no estoy diciendo que no podamos creer en nada. Sólo que hay que tener mucho cuidado con la defensa que esgrimimos de nuestras percepciones, asumiendo que en otras circunstancias podríamos verlo de manera diferente y no hay nada peor que adaptar las premisas para mantenernos fiel a una idea o percepción cuando claramente ya no la vemos igual. Es la confusión entre el concepto de firmeza en los ideales y el de aferrarse a toda costa a una idea la que tanto daño hace a cualquier discusión porque provoca que no se tenga la menor intención de asimilar lo que dice la contraparte al razonamiento propio.

Porque, como explicó el genial neurocientífico Xurxo Mariño, ocurre un efecto similar con todas las percepciones sensoriales; dependiendo de nuestro estado mental, podemos percibir unos efectos u otros, como ocurre con el efecto Mc Gourk por el cual interpretamos un sonido diferente según si vemos a la persona emitir el sonido con sus labios o no. Si acompañamos la entrada sensorial de datos del oído con la de los ojos, el cerebro crea una imagen más rica basada en el resultado de ambos sensores y crea una realidad diferente en cada caso. De hecho, en su fantástico libro «Neurociencia para Julia (Ed. Laetoli, 2012)», explica, citando a Rodolfo Llinás:

neurociencia_para_julia

Así, se establece un diálogo entre nuestro mundo interno y el mundo externo, por medio de los sentidos, que nos permite elaborar representaciones virtuales de los fragmentos del mundo real que necesitamos para sobrevivir. Pero no tenemos la visión íntegra de todo lo que hay allá afuera. Lo que pasa es que a través de unos quinientos o setecientos años de evolución, los humanos nos hemos puesto de acuerdo en una especie de «alucinación colectiva estándar» y vemos más o menos lo mismo. Eso es lo que nos permite ser una sociedad con referentes universales. No tenemos manera de conocer cómo perciben el mundo los demás, aunque hay razones para suponer que, en gran medida, el tipo de alucinación es similar.

Esto es de una importancia extrema porque de otro modo no podríamos establecer criterios comparativos salvo con nosotros mismos (y ya hemos visto que esto tampoco es trivial).

Es la idea central que Morfeo intenta transmitir a Neo de que Matrix es una simulación virtual de percepciones que implantadas directamente en el encéfalo dan una sensación de realidad totalmente indiferenciable de la que crearíamos si nos basásemos en  los datos que nos proporcionan nuestros propios sentidos. Y esta simulación se puede dar, como en Matrix, con diferencias de potencial eléctrico, que es el modo en que funciona el sistema nervioso central, o con prejuicios y estados de ánimo que también modifican la realidad que construimos.

matrix
«¿Por qué me duelen los ojos? -Porque nunca los habías usado«

Y claro, los procesos de asimilación dependen en gran medida del formato consumido. No es lo mismo el proceso constructivo de una película que, por ejemplo, el de un libro. Principalmente por el espacio de tiempo en el que se desarrolla.

Mientras se lee un libro se ponen en funcionamiento dos procesos comprensivos en paralelo, que necesitan de ese tempo más reposado para llegar a desarrollarse de una manera perceptible, aunque generalmente inconsciente. El primero, más básico, consiste en comprender la historia que nos están contando, el rol de cada personaje o su relevancia. Incluso, permite que vaya uno anticipándose a la historia. Este nivel es común a todas las artes. El segundo, mucho más abstracto y generalista, consiste en alejarse del texto, hacer zoom-out y ver el libro junto a todos los demás libros y materiales de nuestra base de datos enmarcándolo en nuevos contextos históricos para, por fin, verlo dentro de tu percepción global. De tu todo.

El primer nivel es continuo e involuntario. La búsqueda de entendimiento de las situaciones es innata. El otro se da en momentos discretos frecuentemente alejado del objeto y, a menudo, necesita ser forzado. Este nivel dista mucho de ser objetivo y es el que cambia de verdad la percepción de lo que se está leyendo.

Nuestra historia es como uno de esos gráficos que van añadiendo mediciones continuamente y cada cierto tiempo deben cambiar la escala para adaptarse a la nueva situación sin dejar de tomar datos. Las expectativas se van adaptando de un modo dinámico.

De algún modo sería muy reconfortante que durante la lectura de este artículo el avisado lector se hubiera apercibido de este fenómeno y, si por su aridez, lo hubiera leído en diferentes intervalos de tiempo, quizás se enfrentó a él de muy diferentes maneras en cada uno. O a lo mejor a partir de ahora le da por buscar de vez en cuando la alteración de la que hablo en sus percepciones y simplemente por el hecho de ser consciente de ella, ya se produzca el cambio, otorgando la razón a los físicos cuánticos.

Sólo espero no haber descrito, como mi denostado David Lynch, una situación demasiado subjetiva sin aportar las herramientas necesarias para disfrutarla. Si esto ocurriera, vuelva querido lector al inicio y proceda a releerlo. Con toda seguridad será un texto diferente.

Un comentario en “Las (múltiples) puertas de la percepción.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s