La campeona efímera

Por Ignatius J. Batelmo.

Jamás he entendido a quienes han negado la españolidad a los musulmanes o a los sefardíes que estuvieron aquí mil años, o a quienes olvidan que una de las fuentes de riqueza cultural que ha tenido España radica en la mezcla de culturas, de sangres, de idiomas, de textos literarios… Increíble. Este país es el único de Occidente donde se ha producido esa mezcla.

(Ian Gibson, Viento del Sur, 2007).

{Niurka Montalvo. Sexto y último salto. Final de salto de longitud. Mundiales de Atletismo de 1999. Estadio de la Cartuja. Sevilla. 66.000 espectadores. La italiana Fiona May ha saltado 6,94. La medalla de oro se encuentra más allá de esa distancia. Allá va Niurka, jaleada como nunca lo ha sido (y lo sería) en toda su carrera. El salto parece muy largo. ¿Lo es? Sí, ha saltado 7,06. Va a ganar. Pero, un momento, ¿ha pisado la tabla? ¿Ha sido nulo? Las dudas de la saltadora y de los espectadores crecen. Ponen una repetición en el videomarcador. Ponen otra. Parece que ha pisado levemente la tabla de madera que señala el límite hasta el cual se puede llegar para saltar. El juez examina la plastilina adosada a dicha tabla para ver si encuentra la marca de la zapatilla. Con cada segundo que pasa siguen creciendo las dudas del público. La italiana no quiere ni mirar. La española está más que nerviosa. Se están jugando la victoria en ese veredicto. Finalmente el juez levanta la bandera blanca. No hay marca de la zapatilla en la plastilina ¡El salto es válido!

Aún queda un último salto de Fiona May, quien presa de la excitación del momento hace ese último esfuerzo intentando guardar la compostura. El estadio permanece expectante y respetuoso. Allá va. Salta alrededor de siete metros. Pero no lo logra. El triunfo es para la española. Niurka Montalvo ha conseguido la medalla de oro. El público vibra y jalea a la campeona del mundo que da la vuelta de honor exultante.}

Así es como recuerdo ese emotivo día de finales de los maravillosos años 90. El día más glorioso en la carrera deportiva de una saltadora venida de Cuba y que es más española que muchos de los nacidos en la Península Ibérica. La evocación de recuerdos sobre momentos felices nos hace exagerar algunos detalles para ensalzar aún más si cabe un momento álgido; la mente humana trabaja así y en este blog hemos dado buena cuenta de ello, varias veces además.

Así fue todo, realmente:

España no había ganado aún un Mundial de fútbol y la última Eurocopa fue mucho tiempo atrás. Este país no sabía lo que era ganar un Mundial de baloncesto o de balonmano, por lo que las grandes gestas eran patrimonio de individuos como Indurain, Bruguera, López-Zubero, Crivillé, Moyà, Cacho, Martín Fiz… En momentos así el españolito de a pie se podía permitir llevar una banderita rojigualda sin que le llamaran facha.

Y además, en aquel instante era una mujer, cubana de nacimiento y negra la que tenía al respetable en vilo. Y todos vibraron como si fuera la vecina del quinto. No importaban la raza, el origen o el sexo. Una excepcional atleta triunfando con su medalla de oro con una sonrisa tan grande como la de los espectadores que llenaban el Estadio de la Cartuja. Aquello parecía una manera maravillosa de incluir a una fémina en el imaginario colectivo del prototipo del héroe nacional. No obstante, queda mucho camino por recorrer para las heroínas españolas, y el trabajo duro de Marín, Belmonte, Muguruza o Carbonell puede ayudar bastante (aunque en la prensa les valga su nombre de pila para nombrarlas: Carolina, Mireia, Garbiñe u Ona).

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Ceremonia inaugural de los Juegos de Río 2016 (Marca)

La zafiedad en el tratamiento del deporte femenino sigue siendo una constante en muchos medios (sobre todo de prensa amarilla-deportiva). En los últimos Juegos Olímpicos hemos tenido que sufrir a toda la caterva periodística con aquello de «las chicas» del waterpolo o del hockey, o aun peor las listas de las más guapas, olvidándose de que han sido ellas las que han sostenido el medallero español. Y cada día hay «artículos» o «fotos» de la novia de cual, la jugadora de voley playa, la admirador de ese jugador o una cheerleader con un interés nulo por su vertiente profesional. No ocurre ni por asomo en el caso de los hombres y luego nos quejaremos del machismo de la sociedad, pero eso da para otro post.

En definitivniurka-montalvo_2a, ya más recientemente entrevistaron a Niurka Montalvo en Levante TV y ella coincide en lo especial de aquel día. Nunca alcanzó cotas tan altas posteriormente, puesto que no pudo disputar los Juegos Olímpicos de Sydney por el veto de las autoridades cubanas (en otro claro ejemplo de la injerencia política sobre el deporte), y en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 cometió tres saltos nulos en la ronda clasificatoria. Tras su carrera como atleta se pasó a la política e incluso llegó a estar imputada y luego desimputada por el caso Gürtel. Saltadora de longitud metida a política. No es la primera deportista ni será la última. Y últimamente se ha dedicado a entrenar a jóvenes atletas en su tierra de adopción, Valencia.

Pero aquel caluroso y, a la postre, triunfal día sevillano es el que quedará en el imaginario colectivo. La medalla de oro, la devoción momentánea de un estadio y de un país que empujaban detrás. La efímera gloria deportiva que sólo da alimento al alma.

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