Por Anacoreta Bloguerer.
A finales del siglo XXI los niños ya habían enseñado los dientes de leche y eran, formalmente, el enemigo más temido.
Nietzsche, el defensor de la moral del Niño (que otros llaman Súper-hombre), era entonces el autor más leído en nuevas ediciones de sus obras, con apenas texto y muchos dibujitos
La GIG (Guerra Inter-Generacional) se inició, como todas, con una crisis económica. Al Crack sobrevino el Crush, a éste el Crunch y después del Badaboom hubo que plantear soluciones drásticas de ahorro. La primera nación en recluir a ancianos en asilos (anestesiados como vegetales, para eliminar ineficientes gastos médicos y de energía) fue Alemania pero pronto le seguirían muchas otras. El Dor en Israel, o los yayo-flautas en España, devolvieron el golpe.
Pero la auténtica revolución, contra todo pronóstico, vino por la base de la pirámide demográfica. Sin duda que tuvo raíces justas, como los motines de los niños-soldado en África… (a finales del siglo XX, Galeano escribía: «pobres son en su mayoría los niños, y niños son en su mayoría los pobres»), pero fundamentalmente se basaba en una egolatría caprichosa: yo mí, me, míomíomío.
Lo viejo se consideraba sin valor e indigno. Se declaró anulado el derecho de patria potestad. Los padres se vieron obligados a visualizar infinitas veces el mismo capítulo de la Patrulla Canina o a hipotecarse para pagar una entrada de los Cantajuegos. Lo que vino después: el Berrinche de Boston, la Rabieta de Crimea… fue solo un corolario.
Los hombres, inmersos en su particular guerra contra sus mayores, no vieron venir el peligro por lo bajinis. Primero no supieron imponerse, después no pudieron ya defenderse porque no estaban dispuestos a hacer daño a los que más querían. (Célebre es el caso de Guzmán el Malo, general que se negó a aplastar una rebelión encabezada por su propio hijo y con ello decantó el curso de la GIG.)
Crecer se consideró traición y se erigieron enormes estatuas de Lego a Peter Pan en casa de Michael Jackson.
Lo que no entendimos entonces y yo, solo ahora, dolorosamente entiendo, es que esa traición era destino inevitable, como una quinta columna individual latente y que, por ello, la Causa estaba condenada al fracaso desde el principio.
El caos subsiguiente motivado por la falta de aprovisionamientos y el desorden generalizado (juguetes desperdigados por todas las avenidas), solo se supo enfrentar con más radicalización. Ser viejo y, por lo tanto criminal, se cifró primero en ser mayor de 40, luego de 30, más tarde de 20… Mientras tanto, las principales empresas de cosméticos echaban leña al fuego con su sofisticada mercadotecnia, para maximizar un mercado al alza.
Hasta que un caudillo, que contaba menos de 4 años (aunque es difícil de precisar porque para entonces todo registro oficial había sido pintarrajeado), arengó al canibalismo bajo el lema: «cómete a tu padre, o te lo tendrás que cenar».
Ese caudillo era yo. Ahora, cuento 34 primaveras (nel mezzo dil cammin di nostra vita). Mastico con desgana, y sin esperanza, un carrillo de octogenario. Y abjuro con corazón sincero de cualquier forma de violencia pero ¡Ay! si me hubiesen dado un buen sopapo a tiempo, quizá pudiera haberse evitado toda esta masacre…
Cada generación es más inteligente que la anterior. Este fenómeno, documentado para muy diferentes culturas, se conoce como «Efecto Flynn».
Vaya, y la humanidad ve pasar otra revolución que fracasa. Flores sin frutos huelen bien pero no llenan el estómago.
La única revolución que triunfará será la interior.
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