La mirada de los 1.000 años

Por Anacoreta Bloguerer.

Cualquier tecnología suficientemente avanzada es indistinguible de la magia (Arthur C. Clarke).

Daniel Blink es un autor novel. Su primera obra editada es «Cuentos de los hombres inmortales», una compilación de historias breves sobre crionización, sorprendente por su irónica capacidad para instalarse en las delirantes mentalidades de muchos futuros, con una mirada de 1.000 o más años, en cuanto a brutalidad y civilización: según qué ética, tras según qué guerra.

Este fantástico libro puede descargarse por el módico precio de 0,99 €, o con pago social (por la patilla, a condición de moverlo en redes sociales), aquí: https://lektu.com/l/fch-ediciones/cuentos-de-los-hombres-inmortales/4636

https://content.museodelprado.es/imagenes/Documentos/imgsem/a4/a4fc/a4fcf4c7-4d54-4e50-9255-25b44f0e0416/44f06f28-9a9d-4679-9ca1-8ca3d04c8d24_832.jpg

Aún dicen que la cultura es cara. 

Blink, como su nombre indica, es difícil de aprehender. De su biografía sólo ha trascendido que desde su juventud, recorre el mundo h̶u̶y̶e̶n̶d̶o̶ ̶d̶e̶ ̶l̶a̶ ̶p̶o̶l̶i̶c̶í̶a̶ empapándose de cultura cosmopolita. Encuentra empleo en México como mujer barbuda de circo, pero es descubierto (no tenía barba), y debe huir a Los Ángeles, USA, donde malvive trabajando a cambio de unas monedas en Hollywood Boulevard, disfrazado de parkímetro. Actualmente vive retirado en una suit del Hotel Sheraton de Nueva York (aunque ellos no lo saben). Si tiene algún problema, y si lo encuentra, quizá pueda contratarlo.

Pese a todo el misterio que le rodea, logramos contactar con él vía Twitter (@DanielBlink_es). Amablemente accede a recibir al Listo de la Compra en su guarida y a contestar las preguntas de esta reportera:

Pregunta: ¿En qué contexto nació Cuentos de los hombres inmortales?

Respuesta: Surgió mientras estaba en la Universidad, durante una conversación sobre los avances en criónica con un compañero de piso. Él dijo que no se fiaría un pelo de dónde iba a despertar, teniendo en cuenta que los derechos humanos, sociales, libertades individuales etc. han sido sólo un brevísimo suspiro en la macabra historia de la Humanidad. Yo le dije: «Imagina que despiertas en una época donde se considera brujería…». De ahí surgió el relato «La Galería de los Muertos». Después, buscando otros tonos y formas de narración diferentes, fueron surgiendo los demás.

P: Pese a que todos los cuentos giren en torno a la congelación, sorprende la variedad de temas que se tratan y los múltiples puntos de vista.

R: Aunque el punto de partida y nexo común de todos es, efectivamente, la criónica, en realidad fue el añadido del concepto «clones desechables» lo que amplió el abanico de posibilidades.

P: ¿Por que sale ahora a la luz?

R: Estos cuentos pasaron muchos años durmiendo en un diskette de 3.5 pulgadas y, al igual que los personajes de los relatos que contenían, despertaron en otro mundo cuando María, la editora, me propuso empezar a perder su dinero con ellos.

P: El libro entremezcla un humor muy eficaz con tramas de lo más oscuras. Empecemos por la parte luminosa. Como autor, ¿qué ha sido lo más satisfactorio? ¿De qué estás más orgulloso? ¿Hay algo en el libro que te haga reír?

R: Diría que, para mí, que he mojado en varias salsas, lo más satisfactorio fue descubrir una de las formas más económicas de crear cosas.
En cuanto a lo que más me enorgullece, probablemente sea la recepción positiva de lo escrito por parte de personas cuya opinión aprecio.
Y sobre lo de reírme, es difícil que algo que has escrito tú te haga reír. Sabes dónde está, cuándo viene y qué dice la frase, el impacto es nulo. Aún así, por citar alguna broma menos obvia, lo de que Cole escape «desoyendo los disparos» me parece gracioso.

P: Y en cuanto al lado terrorífico, ¿hay algo en el libro que te dé verdadero pavor?

R: Si algo me da miedo del libro es la condición humana: ninguno de los comportamientos de cualquiera de los personajes, incluidos los más aberrantes, me sorprenderían en caso de ser actos de personas reales.

P: ¿Contratarías tú mismo a alguna de las empresas de criónica de tus relatos?

R: En el caso de que esta tecnología fuera tan asequible, segura y cotidiana como aparece en los relatos, me temo que todo el mundo lo haría. Uno de los dilemas actuales sobre el tema de la criónica es el de quién y por qué tendría que hacerse cargo, en la época elegida para despertar, de todos esos turistas de siglos pasados, probablemente carentes de cualquier competencia para esa época. Me he documentado, a pesar del ímprobo esfuerzo en los relatos para que parezca que no.

P: En cuanto al estilo, ¿de dónde proviene la inspiración? ¿Por qué ese sabor norteamericano?

R: Los nombres y la ambientación son consecuencia del tipo de relatos y de sus influencias. Tienen un aire retro, de ciencia ficción de revista cincuentera… Son un poco «Astounding Tales», o «Tales from the Crypt», o episodios de «Alfred Hitchcock Presenta». No quería hacer ciencia ficción hardcore, sino usar el género más como excusa que otra cosa para contar cosas sencillas. Los cuentos de Marte de Bradbury, con su ciencia ficción poco tecnificada, casi poética, y el texto vertiginoso, limpio de charlas y descripciones, de «Mercaderes del Espacio», también pesaron en la mezcla.

P: ¿Y Walt Disney? ¿Pudo quizás estar presente en tu subconsciente también al escribirlo? ¿Piensas que podremos disfrutar de un Bambi 2 en el futuro?

R: No creo que me influyera, la verdad. Supongo que el caso de Walt Disney es más leyenda urbana que otra cosa. No creo que la tecnología de la época permitiera crionización sin un destrozo irreversible. (Más tarde he confirmado que, de hecho, no fue congelado sino todo lo contrario, incinerado.) En cuanto al uso futuro de IPs por parte de Disney para traernos un «Avengers in Cars vs Transformer-BambiMech, Civil War: The Star Wars spin-off», no albergo ninguna duda al respecto.

P: ¿Sabes la respuesta a la pregunta «Who wants to live forever?»? (se valorará que la respuesta sea en inglés y cantada).

R: Freddie Mercury, probably. (Música de la misma canción.)

P: ¿Quién es el enigmático personaje que aparece en la portada?

R: Pedimos a la ilustradora Alicia Casaña (ali-malbicho.deviantart.com) un personaje que evocara el aire de una portada sci-fi retro, dándole algunas directrices. Hizo varias pruebas estupendas pero, al final, nos quedamos con la imagen menos parecida a lo que le habíamos pedido, porque nos resultaba la más ambigua y sugerente. No se trata de ninguno de los personajes en concreto. Aunque yo no puedo evitar pensar que es Cole.

P: ¿Estás trabajando en algo nuevo?

R: Ahora mismo estoy terminando tres nuevos relatos que se añadirán como un bonus a los demás en la edición en papel, para agradecer su gesto a las personas que ya hayan leído el libro en digital, y aún así paguen la edición en papel. Estos tres cuentos nuevos se centran en tres personajes de los relatos originales, en una especie de «Qué fue de…», aunque, como todos los demás, son autónomos y pueden leerse sin conocer los anteriores.

P: ¿Qué chiste no contarías ni en 1.000.000 de años?

R: No sé contar chistes. Cuando lo hago, me dicen: «Es que los chistes hay que saber contarlos…», tratando de ayudar, como quien habla con un alcohólico.

Tras asegurarse de que no hay personal del hotel en el pasillo, Blink nos despide regalándonos un ejemplar de su ópera prima.

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Título: Cuentos de los hombres inmortales.

Autor: Daniel Blink.

Año de publicación: 2015.

Páginas: 80.

Edición: FCH Ediciones.

Valoración: 8 sobre 10.

Clasificación: Ciencia ficción.

 

Copiamos, a continuación, el primer capítulo, la nota tónica, «empieza en…», que diría un músico.

«LA FOTOGRAFÍA

Llamaban a la puerta, y Bob fue a abrir.

Había un hombre con maletín, traje oscuro y sombrero en el rellano.

—Buenos días—comenzó a decir—. Soy Edward Atkins, de la Compañía de Reencarnaciones Atkins (e Hijos); en realidad…

—No me interesa, gracias—cortó Bob, cerrando la puerta. Terminó de prepararse el café y fue con él hacia el comedor,disfrutando del aroma.

Allí, sentado en su sillón favorito, con un aire amable y eficiente, estaba el hombre del traje oscuro.

—¡Vaya!—exclamó Bob—. ¿Es que me he dejado la puerta abierta? Está bien, no crea que va usted a amargarme el café; ¿le pongo uno?

—Sí, por favor—respondió el hombre, dejando el sombrero en un sofá—. Sin azúcar, gracias.

Bob llevó otro café, pero tuvo problemas para encontrarle sitio en la mesita de cristal, invadida por un maletín negro abierto y lleno de papeles.

El hombre retomó cortésmente las presentaciones.

—Me llamo Edward Atkins. Trabajo para laCompañía de Reencarnaciones Atkins (e Hijos); en realidad yo no soy uno de los Atkins propietarios, se trata únicamente de una feliz coincidencia.

—Ah—musitó Bob con aire ausente.

—Bien. Eh… No sé si sabe usted a qué nos dedicamos…

—Sí, lo sé, y le repito que no estoy interesado—atajó Bob, y sorbió de la taza humeante; el toque justo de crema.

—Déjeme, al menos, hacerle una breve exposición de los servicios y condiciones de nuestra firma…

—Ahórrese la historia, Atkins. Ustedes, previo pago de una inverosímil cantidad de dinero, guardan mi ADN; a mi muerte, recogen y crionizan mi cerebro. Con mi código genético engendran nada menos que un clon cien por cien idéntico a mí; lo dejan crecer y, cuando alcance la edad que yo especifique en el contrato, lo agarran del cuello, le sacan el cerebro, le colocan el mío y…¡Bienvenido otra vez, Bob!

—En resumen, sí.

—¡Vamos, Atkins, no me haga reír! ¿En serio piensa que mi clon, un ser humano a todos los efectos, dirá: «Oh, sí, denle mi cuerpo a ese tal Bob, faltariía más»?

—Los clones no pueden negarse. Son una propiedad de la Compañía de Reencarnaciones Atkins (e Hijos).

Bob rió.

—¡Ya! Y ¿qué opinan ellos de esa bonita teoría?

—No existen por naturaleza. Existen porque nosotros los hemos creado. Su opinión al respecto no tiene ninguna relevancia legal.

—¡Oh, claro! Relevancia legal. Mire, Atkins, termine su café, que, dicho sea de paso, me ha salido estupendo, y aproveche su tiempo tratando de convencer a otro. Yo no soy tan bastardo.

—Pero, por favor, si me permitiera exponerle con más detalle las condiciones de nuestro servicio…

—Repito que no me interesa.

—Es que en realidad, Bob, creo que sí le interesa.

Extrajo algo del maletín negro y se lo mostró.

Bob contempló, aterrado, su propia imagen sonriente en una fotografía vieja; mucho más vieja que él.»

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