Por R. Carazo.
“Encontramos nuestro destino, a menudo por los caminos que tomamos para evitarlo” (Jean de la Fontaine – L’Horoscope decimosexta fábula del Libro VIII).
Los Pilotos “Para su tranquilidad y la de los suyos”
Canción incluida en el álbum “El regreso de Logan” (Vigilad los cielos, 2014).
Cara de ángel. Esa era su definición más simple y directa. También la más cierta pues su belleza era incuestionable.
A eso añadan más adjetivos: adinerado, joven, dotado de carisma, éxito y popularidad.
Entre sus pasiones, los coches y la velocidad. Uno de sus pasatiempos favoritos era recorrer la ciudad de Los Ángeles lo más rápidamente posible para desasosiego de los coches patrulla de la policía.
Su fortuna le permitió adquirir un Porsche 550 Spyder, un bólido del que solo existían cien ejemplares en el mundo y que era capaz de alcanzar los 240 kilómetros por hora.
Admiraba su coche, lo tenía en tan alta estima que lo había apodado “Little Bastard”. En parte por lo que reflejaba de su personalidad, en parte por lo difícil de su conducción.
Y fue al volante de este pequeño cabrón en el que se lanzó a la carretera el 30 de septiembre 1955 dirección de Salinas (California) a 500 km de allí con la finalidad de participar en una competición automovilística.
Por el camino, excitado por la carrera que se aproximaba, se deja llevar. A las 15h30 es detenido por una patrulla de policía que le amonesta verbalmente por exceso de velocidad. 105 km/hora en un tramo señalizado a 90.
Más tarde, tras cuatro horas de trayecto, a la altura de Cholame, la carretera es recta, magnífica, se aprecian colinas a lo lejos. El Porsche acelera indómito mientras se aproxima en sentido contrario un Ford conducido por un estudiante que iba a pasar el fin de semana con sus padres. El Ford reduce su velocidad. “Nos ha visto. Va a frenar” indica nuestro héroe a su acompañante y mecánico. Pero el estudiante no ve venir al Porsche, un coche gris y tan bajo que se confunde con la carretera. Asfalto y chasis parecen fundidos en una misma tonalidad. De repente, el Ford gira a la izquierda, saltándose la prioridad del Porsche, que, sin poder evitar la colisión, se incrusta en el otro vehículo.
El mecánico sale expulsado por la luna delantera, el estudiante escapa con algunos moratones mientras que cara de ángel es transportado en ambulancia al hospital más próximo. Su acompañante cree escuchar el grito desesperado de un niño que llama a su madre, o como contará más tarde, el grito de un hombre enfrentándose a Dios. Fallece. El paisaje encuentra de nuevo su belleza y su calma. El velocímetro del Porsche pulverizado queda atrapado para siempre en 170 km/hora al igual que el icónico rostro de James Dean en 24 años.
Como homenaje, esta elegía fúnebre de The Beach Boys a James Dean publicada en su álbum “Little Deuce Coupe” (1963), “A young man is gone”:
Now a young man’s gone
But his legend lingers on
For so much had he to give
But his life is through
For the story told is true
For he died just as he lived
For this daring young star
Met his death while in his car
No one knows the reason why
Screaming tire, flashing fire
And gone was this young star
Oh how could they let him die
Still a young man is gone
Yet his legend lingers on
For he died without a cause
And they say that he’ll
Be known for evermore
As the ‘Rebel Without A Cause’
Ironías del destino:
- James Dean en el momento de su muerte acababa de terminar el rodaje de la película “Gigante” (1956, George Stevens) en la cual su contrato estipulaba que “en ningún caso debe someterse al actor a una conducción peligrosa”. La película se estrenó trece meses después del accidente.
- Trece días antes del accidente, durante una entrevista, James Dean hizo un llamamiento público a la prudencia al volante. Su visionado, conociendo el desenlace, es estremecedor.
Artículo inspirado en la emisión «En voiture Simone: un rêve d´automobile» del programa Juke_box de France Culture.
Imagen de cabecera: Andy warhol «Crosses» 1981.
Os dejo aquí el vídeo de Morrisey que estáis comentando
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Hablando de James Dean siempre me viene a la memoria cuando nuestra Sara Montiel, en plan Antoñita la Fantástica, contaba que ella estuvo a punto de ir con J.D ese día en el Porsche. Según Saritísima, Dean le había invitado a acompañarla pero ella rechazó la propuesta.
Y como colofón a esta entrada yo pondría la canción que Morrissey le dedicó a James Dean. Fue su primer single en solitario: Suedehead.
En el videoclip de la canción, Morrissey deambula por las calles de Fairmount en Indiana, la ciudad de la infancia de James Dean. Se pasea por la escuela donde estudió y llega al cementerio donde descansan los restos del actor. En un momento dado, un niño, interpretado por un sobrino de Morrissey, le entrega al cantante una copia de El Principito, el libro favorito de James Dean.
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Muchas gracias, José Manuel. Siempre aportando
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