Graponov (4) FALTAN NOMBRES

Por E. Asensio

Ilustraciones: Jesús Castillo

(Versión audiolibro)

Viene del Capítulo 3.

Durante unos segundos que se hicieron eternos, la tensión en el habitáculo alcanzó cotas asfixiantes. El caso acababa de dar un giro notable e inesperado, ya que alguien cercano a la Agencia, o lo que era aún más estremecedor, de la propia Agencia, tenía aparentemente una relación telefónica con la difunta, lo que le convertía a todas luces en el principal sospechoso.

En el mismo instante en que el juego de miradas mutuas superó con creces los índices estandarizados de la normalidad, el agente Shannon rompió el hielo, acción que agradecieron enormemente sus compañeros de fatiga.

—Elaboremos una lista de quién ha podido hacer las llamadas —esgrimió—. No es una lista muy larga… ¡Tenemos muy cerca a ese cabrón!

A continuación, comenzó a escribir en un papel de calco con cierta ansiedad, y con una letra atribuible perfectamente a un chimpancé en sus primeras etapas de desarrollo. Tras un par de minutos, de nuevo interminables, en la hoja podían leerse, no sin dificultad, los siguientes nombres:

Agente Belanova
Irina y Nadia

Irina y Nadia eran las limpiadoras de la Agencia subcontratadas por Sibierski. Rumanas y siamesas, se turnaban en las tareas y, prácticamente, no tenían relación con la plantilla de detectives, al iniciarse su jornada laboral al cierre de las puertas al público. Ahora bien, era de valorar su acceso a la terminal telefónica, un acceso sencillo y ausente de miradas ajenas.

El señor Musitu, o Cosme, como le conocían todos, era el vigilante de seguridad. A sus 56 años bien entrados, lo más probable es que no fuera capaz ni de repeler el asalto de un maniquí con ciertas posibilidades de éxito, aunque era un hombre afable y muy querido que no abandonaba su puesto de trabajo bajo ningún concepto. En su contra jugaban dos factores de peso para subir peldaños en la lista de sospechosos. En primer lugar, que se trataba de un hombre. Si bien no existía ninguna prueba fehaciente de que el autor del crimen fuera del sexo masculino, inconscientemente, todo el mundo, hasta el comisario Delporte, lo había dado por sentado. En segundo lugar, estaba el hecho de que en su garita contaba con línea telefónica propia ensamblada a la centralita, desde donde también podía haber efectuado las llamadas al teléfono móvil de la señorita Caruso.

La agente Belanova era un caso diferente. Su presencia en la Agencia había sido casi testimonial, pero no había que descartar en principio a nadie, como parecía haber hecho Shannon con buen criterio.

¿Y la señorita Bellini? ¿Por qué la había incluido Shannon en la lista? Eso había fastidiado enormemente a Graponov. Sólo recordaba haberla visto en la Agencia en una ocasión, cuando subió un paquete de tabaco y una pipa de juguete a Sibierski, empresa en la que tan sólo había invertido unos minutos. Eso sí, Shannon siempre había sospechado de las sibilinas intenciones de Graponov con la italiana, hasta el punto de estar convencido de que éste utilizaba las dependencias de la Agencia como improvisado picadero.

Ante la impasividad flagrante del señor Sibierski, que, salvo monumental sorpresa, continuaba siendo el jefe de la operación, Graponov alcanzó el papel y fingió leerlo de nuevo en silencio. Los nombres que en él figuraban ya se habían incrustado con éxito en su debilitada memoria. De nuevo un largo silencio se apoderó de los presentes. Graponov lo estaba utilizando para tomar una decisión que podría traerle fatales consecuencias.

De repente, como si algo se hubiera apoderado de su raciocinio, se escuchó a sí mismo decir en tono inquisidor.

—La lista está incompleta. Faltan nombres.

Shannon le miró sorprendido, pero no se pronunció; en sus ojos había algo más que sorpresa. Sibierski, por su parte, sí lo hizo:

—¿Qué sides? ¿Se dices Graponov? ¿A te que refieres?… Nadie más, Madie, nás tiene acceso a la Agencia ¡¡a la Acengia!!

Girado y dándoles la espalda, aspecto que en verdad le horrorizaba, Graponov seguía meditando si continuar con aquello; sabía que estaba siguiendo un presentimiento y que quizá era una carta que debía guardar para más adelante

—Es evidente —señaló cuando por fin se decidió—. Los nuestros. Los nombres que faltan son los nuestros…

En los ojos de incredulidad de sus compañeros hubo un momento en que Graponov también pudo percibir algo que le hizo sentirse terriblemente amenazado.

Incluir en la lista de sospechosos a su jefe y a su compañero de investigación era un paso muy arriesgado, que, él pensó, mitigaría incluyendo su nombre en la lista. Aún así, por el suceso posterior, parece que la estrategia no había dado resultado.

—¡Estás mal de la cabeza Graponov! ¡Por quién nos tomas! ¡No estás bien!— gritó Shannon antes de salir dando un portazo.

Sibierski, en cambio, le miraba fijamente y, por una vez, fue muy claro en lo que dijo:

—No le quites ojo, Graponov…, no le quites ojo.

CONTINUARÁ

EQUIPO TÉCNICO:

(Ediciones Esfinge Siglo XXI / Máster de sonido: Radiológica)

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