Por E. Asensio.

A menudo los héroes son desconocidos (Benjamin Disraeli).

Corrían los venerados años 90, cuna de mi adolescencia, cuando la “Liga Fantástica Marca” alcanzó su máximo apogeo. Concurso de gran éxito ideado por el citado diario deportivo, en el que los aficionados más fervientes del balompié nacional podían configurar su propia escuadra y aspirar al cetro de campeón. Todo en base a las calificaciones que, en cada partido, recibían los jugadores escogidos. Era el embrión del universo “Comunio” que ocupa actualmente la hegemonía en este sector.

Creo recordar que participé en dos o tres temporadas, sin tampoco llegar a la psicosis colectiva que experimentaron mis compañeros de aula. En la estudiada confección de mi equipo, sólo había una máxima que debía cumplirse en cada ejercicio: el lateral izquierdo debía estar ocupado por el voluntarioso Nacho. Y es que Nacho era una auténtica garantía, una perla dentro del conglomerado de futbolistas que había en el escaparate. Nacho estaba tasado en 25 (25 millones, supongo), jugaba todos los partidos y era raro el encuentro que no recibía una puntuación más que generosa. Por tanto, invirtiendo una ínfima parte del presupuesto concedido, se aseguraban un buen puñado de puntos para la buchaca.

Si estabas metido en aquel entuerto, era raro que desconocieses la ventajosa relación puntuación/precio que ofrecía este jugador, al que sin conocerle ni prácticamente haberle visto jugar, le cogí un enorme cariño. Porque no sólo cumplía con creces su labor en tu equipo imaginario, sino que te permitía presumir de cierto aire de ojeador cuando tus “rivales” preguntaban sorprendidos  ¿Pero, dónde juega Nacho?

 

Nacho jugaba en la Sociedad Deportiva Compostela, en aquel “Compos” al que casi todo el mundo cogió cariño y cuyo fortín sigue siendo hoy en día un estadio de nombre variopinto: el Multiusos de San Lázaro. El “Compos” del Presidente Caneda, una especie de Jesús Gil gallego que ofreció bastante juego mediático. El “Compos” de Iru, Galdames, Tocornal, Fabiano, Passi, Lecumberri o Abadía, nombres que aguantan en mi memoria gracias a la vital colaboración de las horas dedicadas al “PCFútbol”. El “Compos” de aquellas tardes de domingo de fútbol y E.G.B, en que mientras apurabas los deberes atrasados, el pitido de Canal Plus, si era cerca del minuto 90 y había marcado el Compostela, quedaba asociado directamente a una acción ejecutada por el nigeriano Ohen.

No corren tiempos tan buenos para la Sociedad Deportiva Compostela en la actualidad, batiéndose en duelo en la Segunda División B del fútbol español.  Por su parte, el valioso Nacho colgó las botas allá por el año 2000. Quedó en la hemeroteca, entre otros, por el artículo publicado en el año 1995 en el diario “El País” titulado “El dilema de Nacho”, con firma de Xosé Hermida. Ante su inminente llamada por la selección española dirigida entonces por Javier Clemente, el jugador manifestó sus tendencias nacionalistas gallegas, no vistiendo nunca la elástica nacional.

Pero no es eso lo que me hace recordar a Nacho. Es el hecho de que jugaba para mi equipo, que el tío cumplía siempre y, sobre todo…¡que valía 25! El precio más barato que podía asignarse a un jugador…