Por R. Carazo.
Es triste condición de la humanidad que más se unen los hombres para compartir los mismos odios que para compartir un mismo amor (Jacinto Benavente).
Hazte Lapón “Odiar”
Canción incluida en el álbum “No son tu marido” (El Genio Equivocado, 2015)
Puede ser cualquier cosa: una frase en una serie, adolescentes en un pub,
dos niñas pijas con camisetas de la Velvet, de Calvin y Hobbes, respectivamente,
y felpas con flores de porexpan.
No me digas que necesito medicamentos,
Que necesito controlar esto o sentarme en un diván.
¿Qué malo tiene odiar un poco, odiar un poco, odiar un poco nada más?
Puede ser cualquier cosa: hippies, nudistas, malabaristas,
manifestaciones ecologistas contra la caza del lémur,
hordas de hembras en rebajas, la terminal cuatro de Barajas,
tu forma ruidosa de comer yogur.
No me digas que necesito medicamentos,
Que necesito controlar esto o sentarme en un diván.
¿Qué malo tiene odiar un poco, odiar un poco, odiar un poco nada más?
Odiar un poco, odiar sólo un poco, odiar un poco nada más. Odiar.
¡Qué bien que alguien le ponga una bonita melodía a una necesidad básica que tendemos a ocultar por deleznable! ¡Se agradece poder canturrear a los cuatro vientos que algunas cosas –que muchas cosas, admitámoslo– nos tocan los huevos! La naturaleza humana necesita detestar. Abominar minucias, aborrecer aspectos cotidianos. Y mejor hacerlo poco a poco, sin dejar que se acumule, soltar la bilis con gotero. Los conductos del odio deben permanecer bien engrasados.
Así pues, lanzo mi dosis de veneno diaria. Los agraciados con mi odio hoy son: Hazte Lapón –sí, “Odiar” es una canción maravillosa pero en la inquina siempre hay algo de incongruente y no se aguanta esa voz manotopera en algunas canciones–; el indie español –o más bien a su legión de seguidores o a su crítica especializada que sigue poniendo el foco en lugares tan incomprensibles como Joe Crepúsculo–; Odio París –por ese nombre tan estúpido, una cosa es odiar y otra cosa es decir gilipolleces, y además cinco años después han sacado el mismo disco–; Emilio José –porque “Agricultura Libre” (Foehn Records, 2015) es una obra mayor y envidio que no sea mía–; Belako –por su insultante juventud, la que se nos va–; el procés y el brexit –por pensar como en el siglo XIX–; el proceso de investidura –un nuevo fake democrático; Mariano, Pedro, Pablo y Albert algún día entenderán que la gente, al contrario de lo que pensaban, pensaba–; Donald Trump –porque no le interesa lo que Estados Unidos pueda hacer por el mundo sino solo lo que el mundo pueda hacer por Estados Unidos–; Ónega y Espada –por mancillar las cuatro horas de Alsina–; El Arabi –por ser el delantero más mediocre que jamás haya visto la primera división española y encima creerse el artífice de la permanencia–; la gente que pide cafés complicados –¡joder!, solo, cortado o con leche, más variantes ya es abusar–; los emoticonos –una imagen no vale más que mil palabras–.
Les aconsejo que hagan lo propio, en sesión matutina y vespertina si es posible.