No vuelvas a los lugares en los que fuiste feliz (II): Una mente peligrosa

Por McLovin.

Nada en el mundo es más peligroso que la ignorancia sincera y la estupidez concienzuda (Martin Luther King).

En enero de 2011 el profesor Allan Gribben y la editorial New South Books, de Montgomery, Alabama, anunciaban la reedición corregida (obviamente sin la autorización del autor, que debía de estar revolcándose de risa en su tumba) de Las Aventuras de Tom Sawyer y Huckleberry Finn, sin la palabra nigger (N Word, si no quieres que te pongan el pitido), que según recogen las crónicas del momento aparece nada menos que 219 veces en cada una de las obras. El escritor y crítico literario Ishmael Reed afirmaba en las páginas del WSJ que “aquellos que están haciendo una cruzada contra (Mark Twain) no han leído mucha literatura estadounidense”. Y probablemente tampoco hayan entendido ninguna de las obras de uno de los autores fundacionales de la novela contemporánea americana, me permito añadir. Pero este post no pretende reabrir el debate a que dio lugar esta noticia. Que cada uno extraiga sus propias conclusiones, pero toda la anécdota es sin duda síntoma, en pleno siglo XXI, de una profunda y aún irresoluta fractura social en la autodenominada primera democracia del mundo.

La obra de Samuel Langhorne Clemens, más conocido como Mark Twain (seudónimo que adoptó a partir  de la expresión típica de los cantos de trabajo de los negros en los barcos de vapor del Misisipi, que significa «marca dos», en referencia a dos brazas, el calado mínimo necesario para una navegación segura), forma parte probablemente del rito iniciático de sucesivas generaciones de lectores, para quienes las andanzas de Tom y Huck son uno más de sus recuerdos de infancia. La escena de cómo consigue Tom cumplir el encargo de su tía Polly de pintar la valla de su casa, entre otras muchas, es parte ya del imaginario popular. Curiosamente, y a pesar de que incluso esta anécdota admite una lectura entre líneas bastante crítica con el sistema capitalista, siempre ha prevalecido una imagen más naif y amable, casi diría infantil, de estas obras. Y sin embargo en las mismas subyace una cáustica crítica social y política de un observador irónico adelantado a su tiempo. Tan adelantado que aún en pleno siglo XXI sigue siendo incomprendido.

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Pero quiero centrarme en su obra más adulta y en algunos casos menos conocida, pero donde sale a relucir el Mark Twain más corrosivo y políticamente incorrecto.

  • Un yanqui en la corte del rey Arturo: Una de las primeras ucronías (aunque el origen de este tipo de relatos se remonta nada menos que a la Historia de Roma de Tito Livio). Es una novela caballeresca satírica en la que un yanqui del siglo XIX se ve transportado a la época del Rey Arturo. Su ideología republicana y sus conocimientos tecnológicos del siglo XIX le permiten sobrevivir y trastocan el panorama de la Inglaterra medieval, todo contado a través del choque cultural que supone y las situaciones divertidas que se generan en esa contraposición de épocas y mentalidades. Comentaba con un amigo las escasas probabilidades de sobrevivir de haber nacido en tiempos medievales, “hamburguesados” como estamos a las comodidades de la vida moderna. No sé, quizá si fuéramos ingenieros…. Pero este libro demuestra que el hombre moderno tiene sus recursos.
  • El diario de Adán y Eva: Recrea con abundantes toques de humor e ironía la vida de la primera pareja de seres humanos, extrapolable a todas las relaciones de pareja del mundo, desde una visión irónica y divertida de los tópicos universales sobre la pareja. Pese a su tono humorístico, es un canto a la vida en pareja. Hace ya más de una década, Miguel Ángel Solá hizo (escribió, dirigió produjo y protagonizó, junto a Blanca Oteyza) una soberbia adaptación teatral que estuvo casi diez años en cartel. En 2015 dirigió una versión con Ana Milán y Cayetano Guillén Cuervo. Si tenéis oportunidad de verla no la dejéis escapar, es deliciosa.
  • El Robo del elefante blanco: Una parodia de las novelas policiales y detectivescas, que mezcla en perfecta armonía intriga, suspense y un descacharrante humor del absurdo que hará que no podáis reprimir la carcajada. Me viene a la mente el “yo leo a Kierkegaard” de Faemino y Cansado, inevitablemente, cuando recuerdo algunos de los mejores momentos de esta novela corta.54737887
  • Las tres erres: Bajo el sugestivo subtítulo de Raza, Religión y Revolución, el libro recopila una serie de escritos del Twain más mordaz, que desmonta sutilmente los mecanismos y resortes del autoritarismo político, el fanatismo religioso, la dominación colonial y la opresión económica, todo con el inconfundible humor del autor norteamericano. Es uno de mis textos favoritos y seguramente el más desconocido, una lectura imprescindible dado que muchas de sus premisas son (lamentablemente) de plena actualidad. Si de las aventuras de Sawyer y Finn han tenido que hacer una versión políticamente correcta, esas mismas mentes bienpensantes con toda probabilidad enviarían este libro directamente a la pira de los bomberos de Bradbury… Desafortunadamente está descatalogado así que tendréis que recurrir a algún librero de confianza o librerías de colección para conseguir alguna edición antigua. Yo mismo lo saqué de la biblioteca y seguro que ahora estoy en algún archivo de la CIA o en los papeles de Snowden. Tras mucho insistir he conseguido uno de segunda mano (bendita web). Hoy hemos quedado en las taquillas de un teatro para hacer el intercambio. Espero que no aparezca ninguno de Precime. Un must.

 

  • Y para finalizar, The innocents abroad, una guía de viaje con todo el sardónico humor marca de la casa.  Precursor de lo que luego se dio en llamar periodismo gonzo que puso tan de mmark twain 3oda la revista Rolling Stone. Leo que David Foster Wallace hizo un crucero y a consecuencia de ello se suicidó (probablemente la relación causa-efecto no haya sido tan directa como la planteo, pero aceptemos pulpo como animal de compañía… que seguro que algo influyó). Reflejó esa experiencia en una obra titulada Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer. Toda una declaración de intenciones y un aviso a navegantes como una casa de grande. No lo he leído (me lo apunto en la lista de To do things…) pero si uno lee el libro de Twain empieza a entender por qué… y eso que el turismo en esa época estaba en su fase incipiente de masificación. Un buen amigo decía que debe de ser un coñazo estar todo el día viendo a la misma gente en
    tu supuesto tiempo de ocio y sin posibilidad de escapatoria dadas las limitaciones físicas que supone un barco. Siempre he abjurado de hacer un crucero. Probablemente acabe haciendo uno de esos temáticos de Disney…. Y comprándome un 911 a los 50. Nunca digas nunca.

 

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